The Lord of the Tides
Ya cansa un poco la dinámica de falsos conflictos erigidos por personajes de paja. En esta ocasión son Corlis, que desaparece en off dejando su sucesión en vilo, y su hermano Vaemond, quien no ha dicho esta boca es mía en toda la serie, que ahora de pronto quiere reclamar su señorío, aunque corresponde por derecho a su sobrino, el hijo de Rhaenyra. El planteamiento dinástico es el de siempre: los hijos de la heredera no son de sangre legítima, y el cuñado se cree con potestad para reclamar el trono. Vamos, trama ya conocida.
Por supuesto, el personaje instrumental de esta ocasión no dura demasiado. Apenas tiene diálogo en dos escenas, de hecho. Se une así a la colección de instrumentales sin fundamento, como sus sobrinos Laenor y Laena; como el fugaz Strong; como Mysaria o el propio Sir Criston, que ha pasado de ser pieza clave a palmero de quinta fila. Colección de motores de trama que prometían mucho y se quedaron en nada.
La historia de Corlis es, además de efímera, una mera excusa para juntar a todos bajo el mismo techo durante la agonía del rey. Así se cumplen dos objetivos: primero, exacerbar el pique entre los niños, que claramente ya son los nuevos puntos de interés de la historia. Y, segundo, reducir los costes de producción al interior de un único palacio. Ni dragones, ni paisajes diversos, ni apenas exteriores. Como en cualquier sitcom: diálogos de plató.