Dicen que no es extraño encontrar por Milán a Patrizia Reggiani, la asesina de Maurizio Gucci, caminando de tiendas con un guacamayo azul en el hombro. Fue condenada a veintiséis años de prisión, de los cuales cumplió dieciocho. Es sabido que, tras la primera década entre rejas, se le ofreció la oportunidad de una reducción de régimen que le permitiera salir por las mañanas para trabajar. Ella la rechazó argumentando que no había trabajado en su vida y que no iba a empezar ahora. En la película de Ridley Scott, la interpreta Lady Gaga.



Adam Driver se pone en la piel del asesinado. Maurizio Gucci murió con 45 años a causa de los disparos de un sicario contratado por su exmujer en la escalinata de entrada a su oficina. Era hijo de Rodolfo y nieto del legendario Guccio Gucci, el fundador del emporio. También era quien había logrado hacerse con el control de la empresa después de múltiples y complejas disputas familiares con su padre, su tío y su primo. A su padre le pone cuerpo Jeremy Irons, a su tío le da vida Al Pacino, y al primo, en una decisión de casting más que discutible, lo interpreta Jared Leto.
El director de cine Ridley Scott se ha permitido estrenar dos películas en el mismo mes. Esto ocasiona la inevitable comparación entre ellas, en la que La casa Gucci sale perdiendo. No solo la historia carece del interés que tenía el duelo medieval narrado desde tres perspectivas de El último duelo, además la ejecución resulta muy inferior.
Acentos exagerados —Jared Leto parece que está imitando a Super Mario Bros más que a Paolo Gucci—, escenas distendidas hasta lo soporífero —quizá para dejar más hueco a las superestrellas que aparecen en el cartel—, y una trama que termina siendo confusa y enrevesada por momentos donde se mezcla la codicia con las pasiones.
Lady Gaga ha preparado a fondo el papel, quién sabe si en un esfuerzo por alzarse con el Óscar, pero llega al punto de traspasar los límites de lo realmente verosímil. El diseñador Tom Ford, también director de cine, y parte implicada, pues trabajó para Gucci —aparece en el film interpretado por Reeve Carney— ha declarado que por momentos le parecía estar viendo una parodia de Saturday Night Live antes que una película de corte dramático.
A pesar de todo, la puesta en escena y la fotografía son un prodigio de la técnica de Scott, que suele rodar con múltiples cámaras simultáneamente. Jeremy Irons aporta dramatismo y entereza a su rol, y Al Pacino también desparrama encanto —cuando está lejos de Jared Leto—.