De los clásicos de John Ford ha quedado, además de muchas historias de indios y vaqueros, la tradición testosterónica de hacer buenas migas a base de mamporros. En El hombre tranquilo Sean Thornton limaba asperezas con su cuñado a base de puñetazos, igual que en El hombre que mató a Liberty Balance, donde Ransom Stoddard se ganaba el respeto de Tom Doniphon con un buen gancho de derecha.



Tal vez John Ford conociera la vida y obra de James Belcher, natural del Bristol del siglo XVIII y pionero del noble deporte de las doce cuerdas. Púgil de taberna y de puño desnudo, la andadura del boxeador —si no el primero oficial, sí al menos uno de los más notorios del siglo XVIII— se forjó en los arrabales y tugurios londinenses, en combates organizados por apostadores de toda ralea, tanto de la mala como de la noble —que no por ello mejor—.
La película dirigida por Daniel Graham recoge la biografía del campeón desde su infancia, donde retrata la conflictiva relación con su abuelo y su madre, hasta su último y quizá más importante combate. Teniendo en cuenta que murió a los treinta años, el biopic no se explaya demasiado en pormenores. En el episodio dedicado a la infancia destaca la relación con su abuelo, un asalvajado Russell Crowe, de quien el protagonista parece haber heredado la pericia en la pelea, aunque no su impronta y contradicciones. Mientras que el abuelo es capaz de robar el crucifijo de plata a su propia hija para empeñarlo y gastarse el botín en rameras y alcohol, su nieto parece un dechado de virtudes sin tacha que reprocharle. Y ahí, quizá, el mayor problema del film.
El James Belcher cinematográfico, interpretado por el propio guionista de la película, resulta tan perfecto como anodino. Por supuesto, el relato retrata, como es casi preceptivo en todas las historias de boxeadores, el ascenso y caída del campeón, incluyendo la fase de preparación para el combate final entrenando a la intemperie con peces, anguilas y moscas. En eso, cumple todo lo canónico del subgénero de púgiles. Le falta, eso sí, toda sensación de peligro. Que el protagonista logre o no revalidar su título parece no importarle demasiado ni siquiera a él, y eso quizá entorpezca disfrutar de una obra redonda.
Sin embargo, la ambientación de época y el trabajo de los actores resulta de lo más interesante; y el breve —pero intenso— rol de Russell Crowe le aporta un punto de interés a la obra, sobre todo porque, quizá sin desearlo, ha terminado interpretando al personaje más interesante de todos. Ojalá una serie sobre el abuelo de Jem Belcher. Mientras llega o no, podemos ir abriendo boca en la sala de cine.