


De un tiempo a esta parte las intrigas que nos trae la industria española parecen alejarse del asfalto urbano para adentrarse en la naturaleza del paisaje. Islas, bosques, montañas… No fallan las remotas carreteras que serpean bajo la neblinosa atmósfera de los riachuelos, ni el contraste entre lo grotesco de los crímenes más abominables y la belleza de los paisajes de postal. La última muestra que nos ha llegado cumple a la perfección con el expediente: en La Niebla y la Doncella un truculento asesinato acaece en la densidad de los helechales de La Gomera.
Los conocidos inspectores de la U.C.O. Bevilaqua y Chamorro (Gutiérrez y Garrido) —nacidos de la pluma de Lorenzo Silva y protagonistas de otras propuestas tanto en cine como en televisión— son los encargados de esclarecer el caso del asesinato de un joven en la isla. El homicidio lleva en dique seco cerca de tres años, y el principal sospechoso, un alto cargo político, ya fue absuelto por un tribunal popular en su momento. Acuciados por la necesidad de tacto —al fin y al cabo, su sola presencia en el lugar pone de manifiesto la incompetencia de los agentes locales—, deberán solucionar una trama donde poco a poco van surgiendo flecos relacionados con la droga, la prostitución y las mentiras.
Y ahí el problema: lejos de esclarecer nada, la trama se vuelve tan enrevesada por momentos que al final la solución del enigma parece impostada. El espectador, tras hora y media de metraje, sencillamente siente que se ha debido de perder algo o distraerse con los paisajes, pues la conclusión queda lejos de resultar convincente y los pasos seguidos hasta alcanzarla distan mucho de lo que podría considerarse una deducción lógica de todo lo acontecido.
No ayuda, tampoco, la falta de implicación emocional tanto de personajes como de actores. Los primeros, en el relato, acuden a solventar un caso que en nada les importa. Los segundos, en el rodaje, parecen no haberse terminado de creer los diálogos que el guionista-director les ha puesto en la boca. Solo Aura Garrido y Marian Álvarez ejecutan con buen tino sus roles, pero la indispensable trama amorosa las relega hacia papeles secundarios.
No obstante, todo cambia al final del segundo acto. Una serie de eventos —que no se deben adelantar en estas páginas— torna la investigación de un cariz más complejo y adentra a los protagonistas, ahora sí, en una problemática que les afecta en lo más profundo. De pronto el filme encuentra el rumbo que parece haber estado buscando durante todo su recorrido, y encauza una resolución que promete, a priori, un final interesante. Lástima que la epifanía llegue tan tarde y que el final resulte tan sobrevenido.