


Pocos habían oído hablar de La Novia, y aun menos la habían visto, cuando, jornadas atrás, se hizo público el listado de los nominados a los premios Goya en su próxima edición. Doce candidaturas, entre las que está Mejor Película y Mejor Actriz Protagonista, acapara la adaptación de Paula Ortiz de la obra de Lorca Bodas de Sangre. Y no es para menos.
La novia interpretada por Inma Cuesta se va a casar con un mozo con tierras pero está enamorada de otro. Está enamorada, de hecho, del peor enemigo de su novio: el hijo de una familia rival, que galopa por los campos a lomos de un caballo negro. En la víspera del casamiento una misteriosa mendiga visita a la novia con un regalo y un consejo: «no te cases si no amas», le dice, y le entrega dos puñales de cristal. Pero la ella se casa con el hombre que no ama y la historia, como es de esperar, termina en tragedia.
Hay que ser muy valiente para atreverse a adaptar a Lorca. El drama visceral y erótico del poeta andaluz entronca con las obras clásicas de Eurípides, Sófocles y Esquilo; su lírica de protagonismo femenino y temperamento descarnado no es, para empezar, apta para todos los públicos ni, para terminar, apta para todos los intérpretes. Lorca desnuda una pasión que ha de ser llevada al extremo en el escenario en un juego de darlo todo o no dar nada, y en esa tesitura hay que reconocer que las mujeres que hacen esta película han sabido llevar el texto a buen término.
Porque el primer punto indiscutiblemente positivo del filme es precisamente ese: sus mujeres. La interpretación desgarrada de Inma Cuesta, el silencio contenido de Leticia Dolera y la telúrica fuerza de Luisa Gavasa llenan la pantalla en un juego de estruendos que el espectador teatral valorará positivamente. Les acompañan una cuidadísima puesta en escena y una fotografía que convierte los paisajes de Los Monegros y la Capadocia turca —escenarios donde se ha filmado la obra— en parte integrante del drama. Ellos, los actores, en cambio, se quedan a mitad de camino en la fuerza y enjundia que les demanda el personaje.
El formalismo cinematográfico que presenta la película puede no ser del agrado de todos
Pero si por algo destaca el filme dirigido por Paula Ortiz es por su factura visual. El formalismo cinematográfico que presenta la película puede no ser del agrado de todos. Justificado en la poesía y en lo teatral de la premisa, y consciente del poco recorrido de una historia predecible y conocida, La Novia realiza un planteamiento estético exagerado y grandilocuente que por instantes se pierde en el devaneo onírico, la parsimoniosa cámara lenta, el contrapunto musical y el virtuosismo pictórico para provocar un éxtasis visual que, en cualquier caso, corresponde únicamente —como el propio Lorca avanzó en otra de sus obras— al público.