En un Vietnam militarizado, un sicario llega al lugar donde tiene una de sus funestas misiones. Nada más abrir la puerta de un lóbrego apartamento descubre los rastros de una matanza. Una que no ha ocasionado él. Intrigado, busca entre los cadáveres quién ha podido adelantársele en el trabajo. No tarda en encontrar la respuesta: una niña asustada que está escondida en un armario. El sicario, al ver el “talento” innato de la muchacha, decide adoptarla.



Muchos años después aquella niña se ha convertido en una despiadada asesina. La tienda de libros antiguos que tiene en Londres es solo la fachada para una actividad mucho más peligrosa: mata por dinero y a las órdenes de su “padrino”, que se ha convertido en algo así como un socio. Ahora bien, la empresa que ambos han fundado tiene por principio sólo asesinar a quien, según ellos, se lo merecen. De ahí que los capos y oligarcas del crimen internacional hayan puesto precio a la cabeza de ambos.
La Protegida es un thriller de acción en el sentido noventero del término. Se desenvuelve en ambientes que van de lo chabacano a lo estiloso, llegando incluso a mezclar ambas vertientes. En la película, los villanos tienen mazmorras grotescas y habitan espacios oscuros, sucios y destartalados, pero todos visten con trajes de seda. Por supuesto, los clichés no faltan en el metraje.
Lo llamativo realmente es la inversión nominal de los roles de hombre y de mujer. En esta película, la chica ocupa el rol protagonista que tradicionalmente ocuparía un hombre —un Keanu Reeves en John Wick, un Matt Damon en Bourne—. Ducha en el manejo de las armas y las artes marciales, no tiene límite ni conmiseración con sus rivales. Y, siguiendo esa norma de inversión, Michael Keaton es la femme fatale, un personaje creado para suponer al tiempo un interés romántico y una amenaza letal.
Nada resultaría extraño si se intercambiasen los roles; nada “chirriaría” en un planteamiento de protagonista masculino. No obstante, perdería todo lo novedoso que aporta la inversión de sexos, por poco que sea en realidad.
Porque la película, dentro de la exageración a la que invita el género, tiene un arranque interesante y una premisa muy potente, pero se termina perdiendo. La trama interna que mueve a la protagonista —venganza— se agota en el segundo punto de giro, cuando la obra traiciona sus propios planteamientos y lastra, probablemente sin quererlo, el empoderamiento que ha defendido durante todo el metraje, virándose la historia hacia la visión masculina y convirtiendo a la protagonista, ahora sí, en una secundaria de su propia película —y además en el rol de mujer fatal—.
Pese a todo, resulta una obra de intriga y acción entretenida que gustará a los amantes del género.