Hace cosa de una semana descubrimos a través de Twitter que la revista de crítica cinematográfica Dirigido Por había sacado una edición digital a través del portal Visualmaniac [Aplausos, ovaciones y lanzamiento de lencería]. Sin embargo, a los pocos tuits llegaban las primeras quejas: era cara, sólo se podía leer mediante la aplicación de Visualmaniac y básicamente era lo mismo que en papel. «¿Lo mismo que en papel?» pensarán algunos, «¿y cuál es el problema?» Pues todo.
De entrada, quien piense que puede adaptar su periódico o revista a la era digital simplemente subiendo un archivo en PDF a un gestor de contenidos tipo Visualmaniac o Issuu lo lleva claro. Hacer eso es como comprarse una Thermomix simplemente para hervir el agua del té de por la tarde. Es cierto que mucha gente lo verá como algo lógico y normal: «una revista digital, pues una revista que se lee desde el ordenador, claro», y ya se la imaginan con sus paginitas digitales, con sus columnas de texto y maquetación convencional, su misma estructura profesional y modelo de negocio, no diferente de cualquier opción en papel salvo porque el pasar de páginas lo simula una animación.
La adaptación digital es mucho más que eso. Por lo pronto, el avezado editor que quiera adaptarse a los tiempos tiene primero que desterrar una serie de ideas preconcebidas de lo que cabe o no cabe en una revista, como por ejemplo un sonido o un vídeo. «¿Un vídeo en una revista? ¡Imposible!». Pues sí. Vídeos y sonidos pueden compartir espacio en las páginas de una revista digital con los textos y las fotografías. Sé que esto puede parecer contranatural para aquellos romanticones del periodismo de tinta china. Lo siento, otra hermosa costumbre que se pierde con el tiempo, como los coches de caballos.
La segunda idea preconcebida que hay que romper es la cuestión del espacio. Se acabó eso de «maquetar» páginas, contar letras, ajustar márgenes y administrar módulos. En la web cabe todo, pero ojo: la gente no está dispuesta a leerlo todo. Un error común, para mi gusto, es incluir en el entorno digital páginas y páginas y páginas de sesudos artículos a los Jotdown que casi parecen ensayos. Error. Hemos superado la etapa de usar la Thermomix como calentador para descubrir la opción de triturado. Bien, pero no podemos triturarlo todo. Tenemos que crear niveles de lectura.
No es nada nuevo. En prensa se ha hecho siempre. Diferentes niveles de lectura: la misma información para quien quiera solo enterarse de lo fundamental —titular—, quien quiera conocer algún detalle complementario —entradilla— y quien desee enterarse de toda la historia —noticia—, pero llevado a un extremo superior. Mediante la hipervinculación se pueden agregar a cada noticia un sinfín de datos que el usuario/lector puede descubrir a golpe de click: perfiles biográficos, reseñas de artículos anteriores sobre el mismo tema, informes más en profundidad, archivos, documentos, galerías de imágenes, opiniones de bloggeros y articulistas… y no olvidemos: vídeos, grabaciones, sonidos, etc.
Imaginemos que una revista de crítica cinematográfica da realmente el paso hacia el entorno digital. De pronto una noticia de un estreno de cuatrocientas palabras se puede ampliar con el trailer de la película, las entrevistas en vídeo que han concedido los actores para la promoción, el perfil de cada uno de ellos, las opiniones de los críticos que ya la han visto, los datos de taquilla de su estreno en EEUU, crónicas y fotografías del rodaje —pero no una ni dos sino galerías completas—, un ensayo que recorra la filmografía del director además de las opiniones de los primeros espectadores vía twitter. A esto, ya que nos ponemos, podríamos añadir, gracias a las cookies y otros instrumentos del Diablo, la opción de comprar las entradas desde la propia revista digital para el cine más cercano, la descarga del libro en el que se ha basado el film, o incluso, por qué no, la reserva de la película para cuando salga en el mercado doméstico. Y todo cómodamente desde nuestra tableta, lector digital o, fíjense qué tontería, teléfono.
Estoy seguro de que a estas alturas del cuento los romanticones del periodismo de celulosa se estarán tirando de los pelos —«¡las revistas son para leer y los teléfonos para llamar!»—, mientras que otros empezarán a vislumbrar las bondades de la era digital. Claro, otra cuestión es el tema del precio, del cobro y del pirateo. ¿La ponemos en abierto? ¿La hacemos descargable? Sinceramente, creo que en este punto depende de cada publicación decidir su propio destino, ahora bien, una revista de estrenos cinematográficos, que bebe fundamentalmente de la publicidad y promociones —aunque no es exactamente el caso de Dirigido por, todo sea dicho—, no sé yo si tiene la obligación de poner la traba del precio una vez liberada de la impresión de ejemplares.
Y ahora dirán ustedes: «vale, bueno, Cité, todo muy bonito, pero según parece este modelo de negocio, si es solvente, necesita mucha gente para hacer artículos, noticias, reseñas, críticas, reportajes, fotografías, vídeos y todo lo demás. ¿Cómo es que los grandes medios, que ya están metidos en esta vorágine, en vez de implementar sus recursos en este sentido se dedican a despedir gente, hacer EREs y recortar plantilla?» Pues por una sencilla razón, mi querido/da lector/ra: porque adaptarse, lo que se dice adaptarse, no se están adaptando un carajo.