


M. Night Shyamalan llevaba unos años sin dar en el clavo. Desde su aventura con Airbender, el último guerrero, el director de origen indio parecía falto de la eficacia con la que antes culminaba sus ideas. Por eso, quizás, este año había expectación al ver el tráiler de La Visita, una película en apariencia sencilla en la que parecía que volvía a sus orígenes para encontrar un nuevo rumbo en su carrera cinematográfica. Y, la verdad, los fans de su cine pueden estar de enhorabuena.
Revestida con la técnica del found footage y con más de un recurso del documental, Shyamalan reconstruye una versión moderna del clásico cuento de Hansel y Gretel mediante la visita de dos adolescentes a casa de sus abuelos, los cuales habían rehuido el contacto con su hija durante 15 años. Ese básico esqueleto argumental le da las teclas necesarias al director para implantarle su sello de autor.
El último trabajo de Shyamalan, y en eso radica la sencillez, cumple los patrones básicos del archiconocido viaje del héroe, pero en este caso la caverna, como en el cuento de Hansel y Gretel, es en apariencia más afable y en realidad mucho más grotesca; de hecho, esta misma palabra define y resume muy bien la esencia de la película.
En La Visita lo que más brilla de todo es la dirección y la fotografía. El bueno de Shyamalan, como dice el director Rodrigo Cortés, ejerce de maestro de orquesta y dirige con virtuosismo, haciendo fácil un trabajo de cámara muy complejo. Fijaos, si no, en el contraste entre los momentos de cámara en manos y los que pertenecen a entrevistas, o también los zooms y primeros —primerísimos, incluso— planos a los personajes. No hay nada que quede al azar y, a su misma vez, es imposible pensar que el proyecto no pueda ser más fresco, más natural.
Otro punto original —y además novedoso— dentro de la nueva película de Shyamalan reside en su mezcla de géneros. Siguen presentes los numerosos momentos de drama y de terror —con el sello del suspense, norma del director por delante—, pero además aparece un nuevo elemento que otorga frescura a La Visita: el humor más o menos negro, el cual ayuda a distender los nudos de angustia que produce la película con el paso de los minutos.
La Visita es una película que combina momentos de genialidad con otros de tan solo buen trabajo
El guion, que juega con todos esos elementos y trabaja con mucha precisión la estructura dramática, comete un desliz en su uso de los momentos graciosos. Sí, hay veces en que ese recurso agiliza la historia y le da muchísimo ritmo, pero en otras ocasiones eso juega a su contra, restando impacto al clímax de la historia, el cual en cotas de terror podía haber dado muchísimo más de sí.
La Visita es una película que combina momentos de genialidad con otros de tan solo buen trabajo. El resultado, sin embargo, es una pieza que le permite a Shyamalan dejar atrás una mala racha que duraba demasiado para alguien de su calado. El director puede decir que ya ve el futuro con otros ojos, pero no hay que engañarse: su último trabajo es tan solo un trabajo más que aceptable que abre la puerta a un futuro esperanzador para algo más que sus acérrimos fans.