Hace casi una semana Antena3 estrenó lo que prometía ser una de sus grandes apuestas para la nueva temporada. Presentaron un trailer conmovedor, realizaron un estreno en prime time y todo pintaba bien, hasta que vimos el piloto.
Antena3 se había lucido durante este verano. De manera muy sorpresiva para quienes siguen la trayectoria de la casa, casi sin venir a cuento, fueron capaces de traer series del más allá como Arrow, Under the Dome o Vikings, con lo que cosecharon aplausos y vítores entre los círculos más críticos, incluyendo este blog. El buen trailer de Vive cantando presagiaba que la dinámica de la casa estaba cambiando. Que las cosas pintaban bien… Pero no.
El piloto de Vive cantando resulta bastante decepcionante. Lo siento. Tenía que decirlo. Sobre todo después de la hoja de ruta que habíamos intuido por parte de la casa. Si no lo han visto tienen la opción de hacerlo online. Van a encontrar una historia dramática con toques de culebrón a la que se une cierto batiburrillo de lugares comunes, tópicos y clichés de lo que ha sido en los últimos años la producción nacional: instantes de Los Serrano, secuencias propias de Escenas de matrimonio, la pareja de la Guardia Civil que irrumpía en Farmacia de Guardia, el humor zafio de Aída —algunos la han descrito como casi un spin off de la Lore de la serie de Telecinco—, y por supuesto el clásico bar que no falta en prácticamente ninguna de nuestras producciones patrias.
A esto se suma una exacervada verbalización de todo cuanto acontece. Si lo desean, pueden ponerse la serie de fondo mientras hacen un crucigrama: no se perderán nada. Los personajes, uno tras otro, se dedican a vociferar a la primera de cambio todos sus problemas, emociones, conflictos, complejos internos, antecedentes y demás sutilezas. Si la quieren ver, vayan prevenidos. No sea que les ofenda el trato de espectador-idiota. Lo que en series bien pertrechadas se sugiere, aquí se verbaliza, y además de manera muy evidente: la producción de empaque catódico deriva en escenas propias de sainete, de teatro filmado. No se esperen contrapicados —que se ven los focos—; no se esperen iluminación diegética —«¿diequé? ¿qué es eso? aquí se apunta con el foco y ya»—; no se esperen, en definitiva, lenguaje audiovisual.
Sin embargo, lo peorcito de todo quizá sea el mal endémico que asola nuestras producciones desde hace ya bastante: la multitrama. En Vive cantando hay dramón serio de hospital y tanatorio; crisis existencial con síntomas depresivos; familia desestructurada de padre ausente, abuelo senil y niña preadolescente; cierto punto de picardía sexual, con su cacha incluida… y todo, por supuesto, a la vez que nos meten con calzador la trama infantil del niño de turno, del Chechu de Médico de familia, del Alonsito de Águila Roja, de la Valeria de El Barco, de la Paulita de El Internado o del Carlitos de Cuéntame…
¿Por qué siempre tiene que haber una trama infantil, señor de la tele? En Arrow no la hay. Tampoco en Under the Dome. ¿Es obligación? ¿Acaso la serie está dirigida al público infantil, aunque se emita a partir de las 22.30 de la noche? En el intento de crear un producto que valga para todo y para todos terminamos cayendo en la falta de sensibilidad. Porque, desde luego, no es muy lógico prever una audiencia infantil para una serie en la que hay lenguaje malsonante, alusiones sexuales, consumo de alcohol y otras nimiedades de esas que molestan a los padres, por no mencionar lo exasperante que resultan los insertos infantiloides de la niña que se mete relleno en el sujetador o del niño que organiza el entierro de su mascota, que nos desesperan a todos los demás.
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