Lucien es un desclasado poeta de provincias que vive un romance con una dama de la nobleza. Con ella, se muda a París con la esperanza de alcanzar el éxito literario entre salones y oropeles. No obstante, su procedencia y cuna juegan en su contra más de lo que él imaginaba. Apartado de la pompa de la Corte, y desahuciado por quienes habían sido sus mecenas, el empeño del joven por labrarse un nombre lo lleva a buscarse el pan ejerciendo una de las profesiones de peor ralea de cuantas existen: el periodismo.



Así lo señala, al menos, la película. Las oficinas de los editores se ubican en las galerías del Palais-Royal, entre burdeles, meretrices, cafés y comediantes. Allí, un orondo personaje interpretado por Gerard Depardieu decide qué se publica y qué no, qué tiene valor y qué no lo tiene, en base a cuestiones poco relacionadas con lo literario. De hecho, no sabe ni leer ni escribir. Lucien pronto pasará a formar parte de la red de periodistas y críticos comprados por los editores a golpe de billete de cien francos. Porque, en el París de comienzos del XIX que retrata la película, todo está en venta. En especial, el éxito.
En los teatros que muestra el film, se compran cuadrillas de vitoreadores. Son equipos de falsos espectadores que llevan flores en un bolsillo y tomates en el otro, y que están dispuestos a arrojar hacia la platea lo correspondiente en función de lo que pague el promotor. Del mismo modo, en los diarios se compran las críticas positivas, o se paga para que a los competidores les lluevan vituperios. Nada importa la verdad ni la deontología profesional. Y Lucien, que entra en el juego, pronto obtiene el éxito que tanto anhela… pero a qué precio.
Adaptación del clásico de Balzac, la película de Xavier Giannoli se ha hecho nada menos que con siete premios César del Cine Francés, incluyendo Mejor Película y Mejor Fotografía. A lo largo de sus dos horas y media de metraje acompañamos al protagonista a través de una recreación del París decimonónico que sin duda es prolija en detalles. La interpretación de todos los personajes resulta destacable, y el montaje infiere un ritmo animado y vibrante.
La pega quizá resida en lo naive del personaje protagonista, que termina cayendo, borracho de éxito, en los mismos vericuetos de los que él ha participado en ocasiones previas. No obstante, es sin duda una película muy disfrutable en la pantalla grande, tanto por el despliegue visual como por el sentido de actualidad de la historia, ahora que las redes se han plagado de prescriptores dispuestos también a plegarse al mejor postor.