


La segunda entrega literaria de la Trilogía del Baztán, escrita por Dolores Redondo, aborda una trama compleja. Por un lado, la inspectora Amaia Salazar tiene que hacer frente a los misteriosos suicidios de criminales machistas, todos encarcelados por el asesinato de sus mujeres a las que habían cercenado un brazo. Al quitarse la vida, los reclusos aluden de una u otra forma a la inspectora y le dejan un enigmático mensaje: la palabra Tarttalo. Por otro lado, el Obispado le pide expresamente a ella investigar un caso de vandalismo en una de sus iglesias: alguien ha dejado huesos de niño en el altar, una forma de ritual pagano que, según parece, tiene su origen en el pasado medieval del valle, donde abundan las historias de brujería. A todo esto se suman sus problemas familiares, con unas hermanas distantes, un marido que la percibe cada vez más absorbida por el trabajo y una madre demente que poco a poco se va volviendo más peligrosa en el psiquiátrico donde está recluida. Para redondear este entramado, Amaia, que sigue teniendo sus premoniciones sobrenaturales, acaba de tener su primer hijo, un pequeño llamado Ibai que según todos los cálculos iba a ser niña hasta que decidió cambiar de sexo en el último momento; no puede confiar en la absoluta lealtad de sus hombres, que no llevan bien estar sometidos al mando de una jefa; y además está percibiendo las señales del juez provincial, que no para de tirarle fichas a pesar de ser una mujer casada.
Dada la complejidad de la obra, no resultaría extraño que la adaptación que llega ahora a las salas, y que es continuación de la película anterior, El Guardián Invisible, optase por aparcar alguna de ellas entre las tapas de la obra escrita. Pero no es así. En la película dirigida por González Molina están todas y cada una de las tramas del libro, y ese es precisamente su problema.
El filme desarrolla un relato bien ambientado y de factura visual interesante que, sin embargo, da demasiado por sabido. El espectador que no conozca la obra precedente o no esté al tanto de los entresijos de la novela tendrá grandes dificultades para entender la enrevesada trama criminal de la película, que salta de la quema de brujas medieval a los suicidios de presos en los juzgados; de los flashbacks de la infancia de Amaia y sus hermanas a las conversaciones sobre la naturaleza del mal con un prelado del Vaticano; de las criptas en el cementerio municipal a la exhumación de cuerpos enterrados en los jardines y patios de las casas.
En definitiva, un relato para los que ya conocen el final.