


Hay una secuencia en Les Combattants en que dos hermanos jóvenes tratan de elegir la madera adecuada para el ataúd de su difunto padre. No se conforman con cualquier madera. Ambos acaban de heredar el negocio de su progenitor que era, de hecho, carpintero, por lo que saben del tema. Al comprobar el pobre acabado de todos los ataúdes que les ofrece la funeraria optan por hacerle ellos mismos el féretro. No obstante, según descubriremos avanzada la película, hace falta una licencia especial que no disponen, por lo que la caja que tallan con sus manos para el óbito permanece vacía e inacabada en su taller, como recuerdo constante de la ausencia del padre, de la falta de referentes y del vacío existencial de la juventud en tiempos de crisis.
Les Combattants dibuja una historia de amor sencilla. Un chico se enamora de una chica cuya máxima aspiración en la vida es llegar a formar parte de un cuerpo de elite del ejército. Para lograr su objetivo, ella se entrena día tras día obsesionada por alcanzar el nivel de formación reglamentario para afrontar lo que, en su opinión, será un apocalipsis inmediato: apnea, natación con ladrillos en la mochila, batidos de pescado crudo… nada será suficiente para conseguir el ansiado sueño de la supervivencia o, lo que es lo mismo, la emancipación total. Porque, en el fondo, lo que persigue la protagonista, hija de un matrimonio pusilánime de clase acomodada, no es otra cosa que poder vivir sin depender de nadie ni de nada.
Él, por su parte, está más preocupado por cumplir en el negocio familiar donde se estrena como aprendiz de carpintero. Sus amigos no tienen más preocupación que pasar el verano bebiendo cervezas y golpeándose la cabeza con palos para comprobar el efecto amortiguador de los cascos de sus motocicletas; y su hermano mayor está centrado en llevar adelante la empresa que le ha tocado en herencia, por lo que no ve con buenos ojos que el pequeño de la familia esté más preocupado por las brazadas al estilo de combate de su indiferente vecina.
Cautivó en los César —ganó tres, incluido el de mejor Primera Película— así como en Cannes, donde obtuvo el premio de la Crítica en la Quincena de Realizadores
La película da un giro cuando ella decide inscribirse en un campamento militar de supervivencia para jóvenes y él, en su enamoramiento, no duda un instante y se apunta con ella. Juntos bajo la disciplina militar descubrirán el verdadero sentido de la camaradería; se rebelarán contra lo establecido y, en plena deserción, se encontrarán a ellos mismos a la intemperie de una superviviencia real a lo largo de un camino de vuelta campo traviesa.
Ópera prima de su director, la película presenta una factura visual sencilla pero no simplona; somera al tiempo que elocuente en lo que retrata. Cautivó en los César —ganó tres, incluido el de mejor Primera Película— así como en Cannes, donde obtuvo el premio de la Crítica en la Quincena de Realizadores. Su apariencia superficial, no obstante, esconde una profunda reflexión para el análisis. El papel de los nuevos jóvenes post crisis y su responsabilidad en el desarrollo de las sociedades del futuro. La metáfora, varias veces repetida, del bosque que necesita arder para renacer con más fuerza se personifica en la pareja de supervivientes que, más que aprender a combatir los golpes de la vida, terminan aprendiendo a sobrellevarlos.