Los desnudos distraen. Me he dado cuenta después de ver mil películas y series. No sé por qué, pero distraen. Y no solo eso. Después de hablarlo con amigos y amigas he llegado a la conclusión de que, incluso, gustan. A todos y a todas. De hecho, creo que son las escenas con más fans del cine y la televisión.
No conozco ninguna web que recopile y coleccione escenas de batallas, ni escenas de buceo con tiburones, ni escenas de persecuciones de coches… pero no es complicado encontrar páginas web que coleccionan y catalogan escenas de desnudos; las revistas de cine tienen secciones especiales dedicadas a los desnudos y al erotismo en general; y todas las producciones españolas y extrajeras explotan el tema en sus trailers, prometiendo un destape que luego ha de verse ratificado previo pago de la correspondiente entrada.
Esto no me parece negativo. Al fin y al cabo el desnudo y el erotismo son cosas tan naturales en el ser humano que incluso hay quien dice que es lo que nos diferencia del resto de animales. Ahora bien, el erotismo también es un recurso facilón que en algunos casos no hace sino satisfacer cierto afán voyeurista y atraer al público hacia productos de ínfima calidad.
Con el desnudo pasa como con la reducción de vinagre balsámico en algunos platos y tapas mediocres. Su exceso no perturba porque es dulzón y agrada al paladar pero, en vez de aportar algo, lo único que hace es satisfacer cierto morbo y lograr que el comensal/espectador se trague el anuncio de turno. Películas sin guión han sido éxitos de taquilla solo por el prometido destape.
De ello no se puede culpar al comensal. Hay una justificación generalizada para todo lo referido al mundo televisivo que consiste en atribuir al espectador la responsabilidad de cualquier cosa. «Si la gente no lo viera…» Y es cierto que el espectador tiene todo el poder en su mando a distancia. Tiene el poder de elegir… pero sólo puede elegir entre lo que hay. El espectador no escribe guiones. Ni siquiera los lee. El espectador medio no tiene por qué tener conocimientos dramáticos ni saber nada de escritura de escenas. Los responsables del destape superfluo y chabacano son los realizadores; esos realizadores ilustrados que piensan que la Venus de Milo no puede compararse en belleza y armonía con un culo en pompa bien puesto.
Por ello, y sin otra intención que la meramente catártica, propongo un decálogo de normas del buen uso del despelote, enunciadas desde la mesura y el respeto al criterio artístico y narrativo de cada uno.