


El mundo de Pakete se está viniendo abajo. El equipo de fútbol de su colegio, donde juega él con su pandilla de amigos y amigas, corre un grave peligro. Si no logran remontar en la liguilla de centros educativos, la jefa de estudios ha amenazado con sustituirlo por otra actividad más cultural, como por ejemplo un coro. Y eso sería terrible, pues el protagonista no solo perdería el espacio para desarrollar su principal afición, sino que daría al traste con el pilar principal que sostiene la estructura de su grupo de amigos. Y además, correría el riesgo de que Helena —con hache—, la chica que le gusta aunque él diga que no, se marchase a otro colegio. Animados y convencidos de que trabajando juntos lograrán impedirlo, Pakete y su equipo se proponen no volver a perder ninguno de los partidos que faltan por disputarse. Pero él es francamente malo tirando penaltis, y además una serie de sucesos extraños empiezan a interponerse en su camino: los árbitros de cada encuentro caen misteriosamente dormidos en mitad de los partidos.
Adaptación de la primera entrega de una saga literaria infantil, Los Futbolísimos está estructurada como una comedia de enredos más que un relato de aventuras deportivas. Efectivamente hay partidos de fútbol, si bien no son la parte realmente importante de la trama. Más que la competición, el interés radica en la investigación que llevan a cabo los muchachos a costa de los adultos del relato para esclarecer qué está provocando la inminente narcolepsia de los colegiados y qué implicación tiene en ello el malvado Gordillo, el árbitro suplente.
El filme presenta valores encomiables como la amistad, la solidaridad y la capacidad para sobreponerse a los entuertos
La dirección acentúa el tono paródico de la obra imprimiendo a la historia un ritmo acelerado y plagado de movimientos de cámara, chistes visuales y un montaje adornado con no pocos efectos y trucajes. El problema, no obstante, es precisamente que los intérpretes no acompañen el virtuosismo de la puesta en escena, ni los pequeños ni los mayores.
Los primeros, a pesar de interpretarse prácticamente a sí mismos, carecen por completo de toda naturalidad, sonando a menudo encorsetados por un guion demasiado literario. Los segundos, en cambio, llevan sus interpretaciones hacia el histrionismo, sin duda conscientes de que la película está dirigida fundamentalmente a un público muy, muy pequeño.
Y ahí el quid de la cuestión. El filme presenta valores encomiables como la amistad, la solidaridad y la capacidad para sobreponerse a los entuertos; allana el camino para que las nuevas generaciones se interesen por el séptimo arte y, en suma, se trata de una pieza divertida y alocada que sin duda disfrutarán los espectadores —siempre que tengan menos de diez años—.