


En algún lugar de Oregón se oyen revólveres en la noche. Dos pistoleros, enfundados en sus gabardinas polvorientas y embozados bajo sus sombreros de ala ancha, disparan contra todos los ocupantes de una pequeña casa de campo. Solo el fulgor de la pólvora se adivina en la oscuridad. Nadie sobrevive a la perversa acción de sus disparos; tampoco los caballos del establo, que comienza a arder. Los pistoleros, terminado el trabajo, tratan de hacer recuento. No pueden. No saben a cuántos han matado. Posteriormente, ya en el pueblo, cobran la recompensa y se embarcan en un nuevo encargo homicida. Eso sí, no olvidan comprar, en cuanto tienen ocasión, un cepillo de dientes. Son los hermanos Sisters.
Solo la premisa del film dirigido por Jacques Audiard —a partir de una novela de Patrick Dewitt— aglutina en sí misma varios clichés de las películas de vaqueros: dos asesinos a sueldo aceptan el trabajo de acabar con la vida de un buscador de oro que está en manos de un tercer compinche en alguna de las ciudades de la ruta del oro hacia California. La factura estética y el desarrollo narrativo del film, igualmente, incluyen todos los requisitos que impone el género: soleados espacios abiertos; viajes a caballo de saloon en saloon; personajes amorales de diferente ralea —cazarrecompensas, prostitutas, forajidos…—, y el imperio de la ley natural basada en la velocidad de las falanges al apretar el gatillo. Sin embargo, Los Hermanos Sisters presenta una diferencia sustancial con respecto a la mayoría de las películas que se podrían colocar en su mismo estante y que, de alguna forma, la emparenta con los grandes clásicos.
La amistad, la fraternidad y, muy especialmente, los conflictos existenciales, estructuran la construcción de una historia que, despojada de estos valores, se tornaría por completo anodina
No sería descabellado afirmar que los elementos arquetípicos del western tienen en la película de Audiard escasa relevancia. La trama básica de encontrar al buscador de oro no es sino un pretexto para dejar que los personajes, encarnados de manera magistral por sus intérpretes, exploren subtramas más interesantes y más profundas basadas, principalmente, en las relaciones humanas. La amistad, la fraternidad y, muy especialmente, los conflictos existenciales, estructuran la construcción de una historia que, despojada de estos valores, se tornaría por completo anodina, predecible, y hasta simplona.
Aunque no sean su piedra angular, la película respeta con acierto los condicionantes que impone —en este quizá de forma más evidente que en otros— el género, y además maneja un tono que roza lo estrambótico y lo poético, permitiendo a su director y guionista introducir elementos de enorme simbolismo para retratar el recorrido y transformación de unos protagonistas del todo cautivadores. Sin duda un título que merece la pena.