Gemma es una ingeniera soltera y feliz con su estilo de vida. Conduce un coche eléctrico, vive en una casa gobernada por la domótica, y trabaja en una empresa de juguetes que explora la inteligencia artificial. Su único problema es tener una vecina insoportable con un perro agresivo que no para de colarse en su jardín. Sin embargo, una mañana todo da un giro radical. Su hermana fallece en un accidente de tráfico, y Gemma se convierte en la tutora legal y madre adoptiva de su sobrina Cady, una niña de nueve años despierta, inteligente y, como todos los niños a su edad, con tendencia a aburrirse.



Sobrepasada por la maternidad impuesta, Gemma trata de consolar y entretener a su sobrina de todas las formas posibles: abre sus juguetes de colección, le presta sus dispositivos electrónicos, le pone la televisión a todas horas… incluso le enseña su proyecto de robot de la universidad. Pero nada parece ser suficiente. Por ello, aplica todos sus conocimientos y parte de los recursos de su empresa para construirle una amiga artificial: M3GAN.
La muñeca, de proporciones infantiles, ha sido bendecida por su creadora con el software más potente del mercado y una inteligencia artificial creada para aprender y autoactualizarse. Su misión: entretener a la niña con la que ha sido “emparejada”; entretenerla y, además, protegerla de toda amenaza física o emocional. Cualquiera que sea.
La película de Gerard Johnstone, con guion de Akela Cooper y el maestro del terror James Wan, se circunscribe al prolífico subgénero de películas de muñecos o robots asesinos. En este sentido, la obra cumple con todos los requisitos que marcan este tipo de narrativas: el muñeco cobra vida, adquiere autoconsciencia, y empieza a asesinar de manera horripilante a todos los que se oponen a sus designios.
Sin embargo, la película de Johnstone presenta varias particularidades que la hacen especial. En primer lugar, el tono: aunque es una obra de terror, la realidad es que cae más en la comedia negra que en el susto barato. En segundo lugar, la visión realista de la historia: nunca antes una fábula sobre la inteligencia artificial había resultado tan cercana a la veracidad de los tiempos.
Sin embargo, lo más interesante de la película es su reflexión sobre la dependencia tecnológica en las etapas tempranas de la infancia; sobre la responsabilidad de los padres en la educación de los hijos, y sobre la influencia perniciosa que pueden tener las “distracciones” que se prestan a los pequeños para que estén distraídos y tranquilos un rato. ¿Y si el aparato que le prestas al niño para que esté callado resultase ser un arma mortal?