Emilio es un cascarrabias, cenizo, seco y malencarado. Es bruto en su forma de ser y actuar. No tiene reparos en levantar la voz, en insultar o en buscar el constante enfrentamiento. Toni, en cambio, es un hombre más empático. Fino, dialogante, se trata de alguien que rehúye cualquier conflicto. También es pusilánime, aparentemente huidizo y falto de carácter. El destino ha querido juntarlos bajo la nieve en una carretera de montaña. El primero se ha quedado tirado con el coche y el segundo, que pasaba por allí, le ha rescatado. Ambos van al mismo lugar: una estación de esquí donde un terrible alud ha sepultado a múltiples clientes, entre los que están sus respectivas mujeres. O eso es lo que ellos creen pues, en realidad, sus respectivas mujeres resultan ser la misma, que se encuentra en coma.



Laura Sánchez lleva una doble vida. Por un lado está casada con Emilio, con quien tiene dos hijas (aunque una de ellas, la pequeña que no llega a diez años, dice ser un niño). Por otro lado, también está casada con Toni, y tiene con él un muchacho de origen ruso adoptado y que se encuentra en un internado. Según parece, ninguno de los dos hombres sabe de la existencia del otro hasta el mismo momento en que están frente a frente. Y además, dadas las circunstancias, se ven obligados a compartir casa —la que había alquilado Laura— en espera de que su estado mejore lo suficiente para poder trasladarla a casa (a alguna de sus casas, se entiende).
¿Qué hacía Laura en una estación de esquí ella sola? ¿Qué hacía, además, rodeada de juguetes sexuales? ¿Tendría, además de dos maridos, un amante? A lo tenso de la convivencia entre ambos esposos —ellos se llaman “comaridos”— se suma el desconocimiento de la persona que aman, que se convierte en una extraña de pronto con múltiples secretos que descubrir. Y se añadirá además una complicación extra: todos los hijos de Laura irrumpen en el pueblo de montaña preocupados por su madre —y por sus padres—.
La directora Lucía Alemany lleva a la pantalla un guion de Pablo Alén y Breixo Corral —conocidos por la taquillera Tres bodas de más— tomando como gran baza, además de la comedia de enredo, la solvente interpretación de Paco León y Ernesto Alterio, dúo protagonista y sobre cuyas espaldas se sostiene todo el film. La película tiene chistes bien medidos, situaciones estrambóticas pero engrasadas con acierto y, de fondo, un retrato mordaz de la sociedad actual y el nuevo paradigma de las relaciones afectivas y sexuales; de las alianzas masculinas ante los nuevos retos que supone la paternidad y, en definitiva, de la redefinición de los conceptos que vertebran la nueva realidad social.
Por supuesto, como todas las comedias, se disfrutará más en la sala de cine.