


Es bien sabido que no hay mejor materia prima para la comedia que una situación dramática. Los personajes desvalidos y sobrepasados por las circunstancias de su existencia conforman, en la mayoría de las ocasiones, las mejores piezas para construir la carcajada. Ahora bien, no se trata de que, como público, disfrutemos o nos divierta sencillamente la desgracia y el sufrimiento ajeno per se. Además de la situación, es necesario que el narrador tenga el fino y delicado talento de saber contarla con gracia.
Si bien el filme cuenta con un material lo suficientemente dramático y absurdo como para configurar una buena comedia, no se puede decir lo mismo de la habilidad de la narradora para llevarla a buen término
La nueva comedia escrita, dirigida y protagonizada —por partida doble— por Valerie Lemercier tiene, de entrada, ganada la primera premisa de toda buena comedia: el drama. A sus cincuenta años, Marie-Francine se queda de golpe sin trabajo y sin marido, circunstancias que la obligan a regresar a la casa familiar y convivir con sus septuagenarios padres. Si ya de por sí la convivencia resulta complicada, la situación se agrava con la actitud de los progenitores, que la siguen tratando como si fuera una adolescente en el día a día, y que ansían sobre todas las cosas que se marche lo antes posible, si puede ser, con un buen marido. Con dificultades para encontrar un trabajo con arreglo a su profesión —bióloga celular—, y amargada por las constantes citas con divorciados que le organizan sus padres, Marie-Francine termina montando una tienda de cigarrillos electrónicos donde, paradójicamente, comienza a fumar. Afortunadamente la puerta de atrás de su tienda coincide con la trasera de un restaurante cuyo jefe de cocina se encuentra en su misma situación…
No obstante, si bien el filme cuenta con un material lo suficientemente dramático y absurdo como para configurar una buena comedia, no se puede decir lo mismo de la habilidad de la narradora para llevarla a buen término. Además de lo hilarante de algunas situaciones, tan ilógicas como mal llevadas, la película cae en un vaivén de tono y ritmo. La falta de carisma del personaje principal ahoga al espectador en el desconcierto; las peripecias se resuelven prácticamente en el mismo instante en que se plantean; los chistes de trazo grueso infantilizan las situaciones y las alejan del público al que se dirige la obra, y la resolución, por supuesto feliz y ligera, se termina sosteniendo sobre concepciones bastante anticuadas.
Salva la papeleta el trabajo doble de la actriz-directora, que interpreta a la protagonista y a su hermana gemela, la selección musical que sirve de contrapunto al relato y, muy especialmente, la relación de los padres, probablemente el corazón de la obra en torno al cual debería haber girado todo el filme.