Phillip Marlowe es un arquetipo. Nacido de la pluma de Raymond Chandler por imitación, más o menos confesada, de lo que venía haciendo Dashiell Hammett en la pulp fiction Black Mass con Sam Spade, el detective tuvo su debut cinematográfico en varias obras menores antes de pasar al plano de lo legendario cuando cayó en manos de tres genios: el ganador del Nobel William Faulkner, el versátil Howard Hawks, y el icónico Humphrey Bogart. La película, El sueño eterno (1946), una obra maestra que nadie entiende del todo.



Porque no hay que entenderla del todo. El anecdotario dice que, en pleno rodaje, llegaron a telefonear a Chandler para que les explicase quién había matado a quién. Chandler no les solucionó gran cosa. Y da lo mismo, pues la película se disfruta igual en su espesura, en su opacidad, en su clausura. El cine negro, en esencia, es más para sentirlo que para comprenderlo. De esta nueva adaptación del personaje que ha llegado a las salas, sin embargo, se entiende todo excepto la propia producción en sí.
Neil Jordan, director irlandés conocido por obras como Entrevista con el vampiro y El fin del romance, se ha embarcado en una coproducción entre España, Francia y su país natal, con un casting británico y alemán, para realizar su propia versión del clásico detective californiano de los años cuarenta. A saber qué ha motivado esta extraña mescolanza más allá que la mera admiración.
Así, mientras que en la película de Howard Hawks nada tenía mucho sentido pero los personajes tenían carisma, en la incursión de Jordan se produce el efecto contrario. La trama está sobreexplicada a voces —en off— desde prácticamente el primer momento; los personajes tienen la imperiosa necesidad de hablar por los codos y revelar sus más oscuros secretos a la primera de cambio; las escenas de peligro están sobrevenidas y carecen de justificación narrativa más allá que ver a Liam Neeson, de nuevo, pegando puñetazos; y las entretelas del relato juegan al noir más desde la imitación que desde cualquier otro tipo de aproximación.
Así y todo, la película tiene en sus intérpretes su gran baza. Y no solo por la incuestionable presencia de Neeson. Le acompañan en el negocio la siempre interesante Diane Kruger y Jessica Lange, que a sus 74 años conserva intactas su ambigüedad y misterio. Solo por ellas merece la pena darle una oportunidad. Al fin y al cabo, el noir siempre fue el género donde, con permiso de los detectives y los mafiosos, las femmes fatales reinaban.