


Después de más de treinta años de servicio y entrega a la hermandad de la virgen de su pueblo, Ronda, Carmen ansiaba resultar elegida hermana mayor de la cofradía. Por ello, cuando en su lugar es elegido un hombre menos devoto se lleva un disgusto tan grande que, presa de la rabia, busca la manera de echarle laxantes en la copa en cuanto tiene ocasión. No obstante, una confusión con las pastillas trae consigo la tragedia: en lugar de laxantes le echa en el vaso varios diazepanes, lo que provoca que el hombre pierda por completo el conocimiento en el suelo de su cuarto de baño.
Angustiada por la circunstancia, Carmen urdirá la manera de disimular su crimen y ocultar el cuerpo yaciente —no llega a matarlo— de su archienemigo, pero una avalancha de problemas se agolparán de pronto a su puerta: la ruptura de su hija con su marido, la crisis previa a la salida en procesión de la cofradía, la ausencia del recién elegido hermano mayor y, no menos importante, la petición de ayuda de su vecina, a la que no le salen bien las torrijas.
La guionista y directora Marta Díaz de Lope Díaz teje en su debut en el largometraje un sainete costumbrista bien llevado en tono y forma. El crescendo narrativo de la película conjuga el realismo de la tradición más andaluza con cierto punto de crítica hacia las costumbres patriarcales no solo en la Semana Santa malagueña, sino en cualquier ámbito pues, al fin y al cabo, el film no se puede entender sino como una metáfora apenas exagerada de una realidad todavía el vigor: la limitación por razón de género a diversos cargos de poder.
El punto fuerte de la pieza lo compone sin duda el enredo de una historia llevada a hombros principalmente por tres mujeres en apenas tres espacios
El punto fuerte de la pieza lo compone sin duda el enredo de una historia llevada a hombros principalmente por tres mujeres en apenas tres espacios. La fuerza visual de planos cuidados al milímetro exprime al máximo la carga expresiva de la propuesta que, aunque la circunda, huye todo cuanto puede de la parodia exagerada para quedarse en un tono ácido y crítico que, más que apoyarse en el estereotipo, lo aprovecha, acertando con puntería en la realidad de los pueblos del sur.
Es precisamente cuando se arrima a la parodia cuando la historia flaquea, perdiendo humor sin quererlo en los momentos en que los intérpretes juegan la baza de la impostura y la exageración, como en el caso del alcalde y su impostado guardaespaldas, que sí parecen más cercanos a los platós de las sitcom que a la serranía de Ronda.
Pese a ello, la película es más que disfrutable, en especial la soberbia interpretación de Carmen Flores en su rol de vecina, a la sazón, Biznaga de Plata como Mejor Actriz de Reparto en el pasado Festival de Cine de Málaga.