Michi Huerta nos recibe en uno de los despachos del Master de Guión de Ficción con una camiseta de The Wire. Es profesor de Estética cinematográfica, Géneros audiovisuales de ficción y otras asignaturas relacionadas con el cine, que es su gran pasión junto con el fútbol. Se declara forofo del Real Madrid y de John Ford, aunque su afán por mandar analizar fragmentos de musicales en sus exámenes delatan que sus gustos van más allá del western.
El motivo de nuestra visita es ahondar un poco más en la gestación de su Libro de Cine para Regalar, que César Brito criticó en estas páginas hace varias semanas. ¿Por qué? Pues sencillamente porque ha sido uno de los pocos libros que le ha gustado a César en los últimos meses; porque se ha llevado a cabo con una autoedición digital sin editoriales mediadoras —lo que ha permitido, entre otras cosas, que se pueda adquirir por menos de lo que cuesta una entrada de cine—, y porque además Michi es un entendido en el tema que no oculta su clara devoción hacia las series bien hechas.
¿Qué ha provocado este ataque de nostalgia? ¿Por qué te ha dado por escribir este libro? Hubo un momento de casi necesidad instintiva. Había caído en mis manos una crónica sentimental que hace Manuel Jabois sobre el Real Madrid titulada Grupo Salvaje, un libro muy pequeño en el que él habla desde el punto de vista personal sobre su pasión deportiva. Me apeteció mucho de pronto hacer algo similar con el cine. Tenía el verano por delante, disponía de un poco más de tiempo, me senté a escribirlo, salió un capítulo del tirón y ahí di con el tono.
¿A quién tenías en mente como lector potencial cuando estabas escribiendo? El libro tiene un tinte generacional importante, aunque creo que puede haber otro público que no pertenezca a mi quinta que puede sentirse igualmente interesado. Todos, de una manera o de otra, tenemos una memoria sentimental que apela a unos mecanismos que son universales. No quiere dejar a nadie fuera. Se dirige primero a una generación interesada por el cine, pero tampoco es un libro especializado para gente muy fanática.
¿Te sorprende que tus alumnos, a los que sacas veinte años, conecten con el libro? Me produce un placer muy especial, aunque imagino que se trata de una impresión un tanto «condescendiente». Nos pasó a nosotros también cuando éramos más jóvenes y nos contaban historias gente mayor, que nos provocaban una cierta ternura dentro de su patetismo. El protagonista de la historia, que soy yo, es un tipo que aprende a vivir de una manera un poco torpe pero tierna. El libro maneja ese tono de las torpezas que uno comete, y eso al final genera empatía en cualquier tipo de lector, imagino.
¿Lo llevaste a editoriales? ¿Qué te dijeron? La verdad es que tenía muy poco ánimo de empezar el durísimo proceso de llegar a firmar un contrato con una editorial en papel. Mandé un par de correos electrónicos a algunas editoriales que me interesaban, pero cuando vi que empezaban a pasar días y no obtenía respuesta descarté por completo la opción de entrar en ese laberinto kafkiano. Me interesaba aprender sobre la autoedición y me pareció que era el texto adecuado para emprender esta aventura.
Pasos que has seguido para la autoedición digital. Resulta bastante sencillo. Lo único que tienes que hacer es convertir tu texto en un archivo que sea legible en soportes de lectura electrónicos y colgarlo en las tiendas que se dedican a comercializarlo. Es posible hacerlo sin ISBN, aunque es recomendable. En Amazon y Google es un proceso muy ágil. iBooks es un poco más complicado. Te exige una identificación fiscal en Estados Unidos que además, sorprendentemente, hay que solicitar por fax y tardan un mes en contestarte por correo postal.
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Frente al papel, ¿ventajas o inconvenientes? La principal ventaja que tiene la autoedición es que no necesitas el permiso de nadie para considerar que tu libro puede lanzarse y que alguien lo puede leer. Es la principal ventaja: la eliminación de un intermediario que puede convertirse en un muro terrible e impenetrable que es el de las editoriales, el de los editores, quienes en ocasiones no llegan siquiera a leerse el borrador que les estás enviando. La principal desventaja es la carga que supone para ti hacer todo el trabajo que normalmente hacen las editoriales, es decir: dar visibilidad al libro. Pero compensa.
¿Cómo van las ventas? Como dicen los grandes escritores «no voy a dar cifras» (risas). No es mi caso. El libro de pronto se reveló con la sorpresa de que estaba entre los más vendidos del formato Kindle dentro de la categoría de cine y televisión en Amazon, pero puedo asegurar que esa posición se adquiere con unas cifras bastantes discretas de venta. También es cierto que la comercialización para un libro como este va a ser más amplia. Estoy intentando experimentar con un blog que publica el libro por entregas, para mantenerlo vivo durante tres o cuatro meses y que haya visibilidad en los principales buscadores. Habrá que echar cuentas al final. Más que con las ventas, ahora estoy más ilusionado con las buenas críticas que está recibiendo.
¿Habrá edición en papel? Si alguna editorial quiere. No pienso emprender la autoedición en papel. Ya sabes que en el momento en que esto se convierte en algo físico todo se complica mucho más. Hay que enviar esos materiales, el proceso se vuelve mucho más complicado y se hace un trance muy pesaroso. Si hay alguna editorial que se sienta interesada por sacar este libro en papel y llegamos a un acuerdo…
¿Va a morir el papel? Yo creo que no va a morir, pero que ya está experimentando una regresión bastante notable. El papel va a quedar sobre todo para ediciones muy cuidadas que te entregan algún tipo de valor añadido desde el punto de vista del placer fetichista que tiene la posesión de un objeto bello. Ediciones cuidadas, buenos diseños, con buena calidad del papel… Esos libros que gusta de verdad tocar, poseer, manejar… creo que para eso va a seguir existiendo un público.
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