


Nacida de la pluma del malogrado Stieg Larsson, el personaje de Lisbeth Salander es el pilar fundamental de las novelas que componen la llamada saga Millenium, y que fueron un sonado éxito de ventas apenas después de la muerte de su creador. Salander, heroína alejada de los cánones habituales tanto estéticos como narrativos, se presentaba en la obra como una hacker menuda y frágil que, no obstante, lograba desentrañar los misterios con la misma soltura con la que propinaba mamporros a los villanos que se cruzaban en su camino, por lo general hombres machistas y violadores.
Llevada a la gran pantalla en cuatro ocasiones, en las tres primeras adaptaciones de las noveles de Larsson —de manufactura sueca— fue encarnada por la fibrosa presencia de Noomi Rapace; en la cuarta entrega, Rooney Mara se ponía a las órdenes de David Fincher para trazar el remake americanizado de la primera de las novelas, donde se narraba un misterio doméstico en torno a un secreto familiar.
Aunque el autor falleció en 2004 víctima de un repentino ataque al corazón, no iba ello a ser un impedimento para que la saga continuase. En lo literario, David Lagercrantz, biógrafo de Ibrahimović —sí, el futbolista—, fue el encargado de continuar la colección; en lo cinematográfico, ha sido Fede Álvarez quien ha tomado el testigo para poner esta nueva entrega en imágenes.
Han despojado a la historia de las reminiscencias feministas que tenía originalmente la saga, así como de su aire de cotidianidad
El resultado es dispar. Si bien Álvarez ha logrado realizar un thriller entretenido cargado de acción y trepidantes peripecias, lo cierto es que tanto él como la protagonista —la versátil Claire Foy—, siguiendo probablemente el relato de Lagercrantz —y quién sabe si de algún departamento de marketing—, han despojado a la historia de las reminiscencias feministas que tenía originalmente la saga, así como de su aire de cotidianidad.
Si en las primeras entregas de la colección Lisbeth Salander lucha contra el machismo cotidiano, repetitivo y tolerado en la avanzada sociedad sueca mientras trata de desentrañar algún misterio doméstico, de víctima femenina y cariz familiar, en esta nueva entrega el personaje tiene llana y simplemente la encomienda de salvar el mundo con sus superpoderes de hacker, al más puro estilo de héroes del cliché como James Bond, Jason Bourne o Ethan Hunt.
El artificio, por tanto, parece que se ha terminado imponiendo a la profundidad de las obras de antaño; y la acción estereotipada —con sus armas, sus explosiones y su superficialidad— se ha impuesto al empoderamiento femenino, paradójicamente, ahora que éste parece que empieza a ser una realidad en el cine.