En la California de los años cincuenta, una madre huye de su marido abusador con su hijo pequeño. Ambos se han trasladado desde la casa familiar en Arizona a un hermoso caserón neogótico que se eleva sobre una pequeña colina. La vivienda, de dos plantas y amplias habitaciones, tiene en su parte trasera un pequeño estanque. Aunque la casa es antigua, el casero que se la alquila parece que la tiene bien cuidada y que los servicios funcionan, incluida la televisión. El único problema es que está muy apartada de la ciudad y madre e hijo necesitan del coche, un hermoso Chevrolet turquesa, para ir a la escuela o ir a trabajar.



Ella ha encontrado un puesto monótono y aburrido como secretaria, y el pequeño parece que tiene dificultades para hacer amigos en la nueva escuela. Pero al menos son felices, y están a salvo lejos del padre. O eso creen hasta que notan que del fondo del estanque surge por las noches una figura amenazadora que parece querer llevarse con ella al pequeño.
Confusa entre lo que es real y lo que no, la madre tratará a toda costa de lograr que su hijo lleve una vida lo más normal posible a pesar de las circunstancias, tanto sociales como sobrenaturales. Por eso ella se esfuerza en estar siempre perfecta, con un peinado perfecto y un vestido perfecto; prepara la merienda perfecta, la fiesta de cumpleaños perfecta, y mantiene la casa en perfecto estado.
De no contar con un rostro conocido como el de Christina Ricci, aficionada a los papeles ambiguos y de tono terrorífico, la película de Chris Sivertson no se habría proyectado más que en determinados circuitos dedicados al cine de bajo presupuesto. La escasez de medios se hace patente en cada plano, al igual que las estrategias buscadas, precisamente, para disimularla. De ahí que la obra posea un aura misteriosa apoyada en constantes desenfoques y en una esencia casi amateur que, en contra de lo que pueda imaginarse, contribuye al sentimiento de irrealidad que proyecta el film —y que encuentra su explicación en la historia—.
Esta escasez de recursos no es, sin embargo, el principal problema de la ficción. Se le suma un guion verborreico predecible y, en ocasiones, bastante naive. Los esfuerzos de la actriz principal por salvar el texto resultan infructuosos ante un conjunto que se hace lento, monótono y arrítmico.
Con todo y eso, no deja de resultar una obra interesante, fundamentalmente por los temas que plantea: la maternidad, la culpa, el ideal de perfección… La relación entre madre e hijo es el pilar que sustenta todo el relato y, sin duda, se puede señalar como lo mejor de toda la película.