Louis Wain fue un ilustrador que alcanzó un notable éxito a comienzos del siglo pasado. Dibujaba eminentemente gatos en diversas posturas antropomorfas, alcanzando una reputación que en nada se vio recompensada en lo económico. Entre otros motivos, porque todo cuanto ganaba iba destinado al cuidado de su extensa familia, su madre y sus múltiples hermanas casaderas que nunca llegaron a casarse.



Louis vivió los estertores de la época victoriana en el Londres de la alcurnia y el buen gusto. Su origen respetable le obligaba a comportarse como tal, y esto, sin el dinero que se le presupone a la posición, resultaba complicado. Desde su muy temprana veintena empezó a ganarse el pan realizando ilustraciones de animales en diversas revistas. Primero, como pasatiempo, luego, como única dedicación. Y esto era ya algo escandaloso para un caballero. Al menos sus hermanas seguían sin dar palo al agua, como era preceptivo. La época.
Para educar a las más pequeñas se vio en la necesidad de contratar a una institutriz. También era cosa de posición, costumbre y buena reputación. El problema es que Louis se encargó de terminar de destruir el apellido familiar cuando se casó con ella. El atrevimiento era mayúsculo: no solo era casarse con alguien del servicio, además ella era una década mayor que él. Un escándalo. Sus hermanas mayores sentenciaron que ese matrimonio estaba maldito, y quizá tuvieran razón.
Con menos de treinta años Louis perdió a su mujer por culpa del cáncer. En sus últimas semanas, ella había adoptado a un gatito que se había colado en su jardín. No era habitual tener gatos como mascota de interior, pero ella tampoco era una mujer habitual. Louis se dedicaba a pintar caricaturas del felino para hacerla reír. Cuando ella murió, él ya no pudo pintar otra cosa el resto de su vida.
Benedict Cumberbatch protagoniza y produce a través de su empresa la ópera prima en solitario del director Will Sharpe para narrar el biopic del trágico artista finisecular. Acompañan en el plantel una espectacular Claire Foy —a la sazón, casi una década más joven que su partenaire—, además de nombres conocidos como Toby Jones o los cameos de Taika Waititi o Nick Cave. Olivia Colman, que parece estar unida a Foy haga lo que haga, ejerce de inesperada narradora femenina en la versión original.
La película es arriesgada. Con una puesta en escena delirante que alude a las artes plásticas siempre que puede, Cumberbatch despliega una interpretación exagerada y cargada de manierismos que poco ayudan a sostener la profundidad del relato. No obstante, la historia resulta enternecedora, está retratada con gusto y optimismo a pesar de lo trágico de su planteamiento y resulta, probablemente, lo más original que se puede ver hoy en la cartelera.