Hace nada tuve el privilegio de ver «una de las películas españolas del año»: El Niño. Bueno, así lo vendía Mediaset a bombo y platillo. Sin embargo, la respuesta fue muy divergente.
Mientras algunas personas de mi entorno opinaban muy favor, otros ponían la cinta patas arriba y decían que no valía la pena su entrada. Y claro, necesitaba compararla con 10.000 km y con Vivir es Fácil con los ojos cerrados, que fueron las elegidas en la Academia Española para tener opciones de rascar un Oscar.
Monzón tenía un trabajo duro. Contaba con el precedente de Celda 211 y con muchos de los fans que venían de su anterior trabajo. El hype iba arrastrado hacia las nubes, y contar con Luis Tosar y Jorge Guerricaechevarría —uno actuando, el otro de coguionista— parecía una garantía para ir sobre seguro. La verdad es que, si bien El Niño no cuenta con la calidad de su anterior trabajo, se acerca al entretenimiento con un formato muy sorprendente, pues al fin y al cabo hablamos de una película de 136 minutos.
Sin embargo, tengo que reconocerlo: la película entretiene y crea interés. Ya desde el minuto uno engancha creando una atmósfera de incógnita que le funciona bien en los instantes iniciales. De hecho, si un punto potente tiene esta cinta es la investigación llevada a cabo por los policías cercanos al estrecho de Gibraltar. Ahí la atmosfera es más dura, más oscura, más parecida a Celda 211 en términos de ritmo; el espectador trata de avanzarse al guion pero no siempre acierta. Y eso es un plus.
También hay que decir que la dirección es estupenda. Cuenta con unos planos muy bien construidos y con un montaje de ritmo ágil, el cual baja cuando la película decide tomar sus reposos. Hay que felicitar a Monzón porque se supera en comparación a sus trabajos anteriores. El Niño, con seis millones de euros de presupuesto, parece contar con cinco o diez veces más. El resultado, sin duda, es una imagen poderosa, un ritmo fuerte y una sensación de que la cámara está donde la acción lo requiere.
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Sin embargo, la película tiene sus contras. El primero es Jesús Castro. La parte del Niño, aún siendo atractiva, cuenta con ese deje que siempre tanto molesta. Si bien no vamos a negar que no lo hace mal, da la sensación de que hay veces que le rehúye a la cámara. Quizá es mi impresión, pero no transmite el carisma y el desparpajo que debería tener su personaje. Por fortuna, su actuación irregular se compensa con Saed Chatiby y Jesús Carroza, los cuales esconden su figura. Destaco sobre todo a Chatiby haciendo de Halil, pues hace un papelón digno de un Goya a mejor actor revelación o secundario. Quizás es exagerado, pero a mí me dio esa impresión.
Otra parte que decepciona es que, para tener 2 horas y 16 minutos, hay personajes poco perfilados. Los ejemplos claros son los de Ian McShane y Eduard Fernández, que aportan caché pero decepcionan. Ambos personajes son interesantes per se como para haberlos trabajado un poco más. Aunque se entiende que el personaje de McShane es el mcguffin personal de Luis Tosar y de la investigación final. Sin embargo, hay que decir que ver el personaje de Sergio tan desdibujado da qué pensar. ¿Ha habido intento de dar tanta acción que se ha perdido la motivación de Sergio por el camino?
Otra cosa que le resta puntos es su final. Esas dos frases sobre el puerto, tan súbitas como inesperadas, dejan al espectador bastante desorientado en un primer visionado. A mí también me pasó, y creo que la película padece el síndrome de un final muy apresurado. Más aún, por desgracia, si lo comparamos al resto de la película, donde todo se toma su tiempo con mucha calma.
La película, como conclusión, goza de los elementos necesarios para ser una película de acción notable y un thriller decente. Sin embargo, ese es su terreno, sin saber ir más allá. Personalmente, y tras ver las tres películas candidatas a la Academia, es injusto ver que dos de las tres están dentro, y sin embargo cintas tan brillantes como Hermosa Juventud —para mí la mejor película española de este año— se ha quedado fuera. Eso sí, Jesús Castro, te pido personalmente que mejores en actuación y no te confíes, porque no queremos otro Miguel Ángel Silvestre, otro actor guapito que aporta rostro y entre poca y ninguna actuación. Estás avisado.