Qué duda cabe de que lo retro está de moda.
Por paradójico que pueda parecer, la llamada subcultura del hipsterismo, cuya principal seña de identidad es, quizá, la huída de la corriente mayoritaria, ha terminado por ser corriente mayoritaria. Ahora está de moda lo vintage —que no viejo—, lo retro —que no antiguo—, y lo cultureta de postín. Por ello, no sorprende tanto que en plena era digital lo que triunfe en la fotografía sea precisamente lo analógico. Claro. Pero lo analógico, también, de postín.
Tras la eclosión y generalización de los llamados smartphones ha alcanzado una imparable notoriedad el uso de aplicaciones y redes sociales fotográficas que juegan a manipular las instantáneas a fuerza de filtros y otras gradaciones que pretenden dar una apariencia, efectivamente vieja vintage. Si conserva algún álbum en casa con fotos de los setenta sabe a qué me refiero: decoloraciones, tonos sepias involuntarios, marcas de revelado en los bordes, cualquier polaroid original… Ya saben. Lo que antes era una foto estropeada ahora… «mola».
Lo curioso del asunto es que el tema está ganando carta de autoridad, llegando a alcanzar al maltrecho fotoperiodismo. Observen esta portada de la prestigiosa revista Time:
¿La ven? Bueno, pues esta imagen —igual que todas las que conforman el reportaje— ha sido tomada con un iPhone empleando la conocida aplicación Hipstamatic y sus respectivos filtros. Miren otro ejemplo, esta vez de fotoperiodismo de guerra, también realizado con el mismo método en el mismísimo New York Times.
Por si no la conocen, la gracia del Hipstamatic es que imita casi por completo el funcionamiento de una cámara analógica de toda la vida: hay que seleccionar un «tipo de película», hay que ponerle una determinada «lente»… Todo ello, por supuesto, recreado dentro del entorno digital de la cámara del teléfono. Incluso cuando activan el flash se oye el característico zumbido de los artefactos reales cuando se carga el disparo. Todo muy retro, claro.
Por supuesto, cada nuevo filtro —perdón, cada nueva lente y película— se vende por separado, de modo que si quiere probar suerte en el terreno del hipsterismo fotográfico puede optar por instagram —o snapseed, o flickr, o cualquier otra aplicación de fotografía gratuita, pues los filtros vienen ya en todas— y manipular las fotografías a posteriori. Si siguen añorantes de la etapa analógica, Hipstamatic será un reto en tanto que habrán de elegir la combinación de filtros antes de disparar la foto, como si estuvieran manipulando una LOMO-LCA original. Incluso pueden probar suerte con la exposición múltiple, haciendo como que rebobinan el carrete figurado en el interior de sus teléfonos. Échenle imaginación.
La moda retro también ha llegado a la imagen en movimiento. Vean la tan laureada y comentada cabecera de True Detective, a ver si les suena:
¿No les parece hipsterismo del bueno, del cien por cien? A mí sí, la verdad. Y no me molesta, ojo. No deja de tener su punto, sobre todo en cuanto a la relación con el tiempo en que transcurre la acción de la ficción, y el tiempo en que se emite la serie, en pleno revival.
Eso sí, la realidad del hipsterismo fotográfico es un tanto contradictoria. Manejamos aplicaciones que imitan procesos analógicos en el interior de nuestros modernos dispositivos, pero nada de recuperar los dispositivos originales. No dudo que habrá por ahí algún aficionado que se lance a la fotografía analógica de verdad: de carrete Kodak de 24 o 36 y revelado químico del de toda la vida. Pero son los menos. El amplio público ha preferido la imitación digital frente al proceso material y el esqueuomorfismo frente al frío minimalismo binario. ¿Por qué?
Pues porque a fin de cuentas la moda no es tanto lo retro o lo vintage como el hecho de «compartir» lo retro o lo vintage. Lo importante del asunto no es tanto hacer una hermosa foto con sus fallos de revelado tradicionales como poder compartirla, al instante, en todas nuestras redes sociales. De ahí la contradicción del concepto: lo que está llamado a huir de la corriente mayoritaria termina por ser mainstream, de hecho, desde su propio génesis. La nostalgia postmoderna. Lo hipster.