


Cantaba Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias (1953) que los diamantes son los mejores amigos de una chica. Gary Ross lleva al extremo la afirmación en la nueva entrega de la saga Ocean’s planteando una repetición paso por paso de todos los elementos que conformaban las anteriores, si bien con la única particularidad de que, en esta ocasión, la cuadrilla la componen exclusivamente mujeres —o, al menos, eso es lo que parece—.
Esclavos de algún tipo de maldición familiar semejante a las de las antiguas tragedias griegas, todos los miembros de la familia Ocean parecen condenados a vivir los mismos acontecimientos una y otra vez. Al igual que ya hiciera su hermano Danny, Debbie Ocean (Sandra Bullock), aprovechando el primer permiso que tiene en su condena por robo, decide organizar un golpe mucho mayor. Para ello, lo primero que hace es reclutar un grupo de especialistas y urdir un complejo plan para robar un collar de diamantes. No obstante, como ya le pasó a su hermano, de pronto una ex pareja entra en el juego, complicando toda la operación. Finalmente, una serie de giros inesperados intercederán en la narración para, del mismo modo que ya hiciera Danny, lograr sorprender al púbico a pesar de lo predecible de toda la yincana.
Lo único que se le exige a este tipo de películas es una ingeniosa parafernalia capaz de asegurar el entretenimiento y, a ser posible, alguna sorpresa final.
Si algo puede definir a la saga Ocean’s es la trivialidad. No es necesario ni una trama compleja ni personajes abonados con sesudos trasfondos. De hecho, ni siquiera hace falta conocer sus nombres. Lo único que se le exige a este tipo de películas es una ingeniosa parafernalia capaz de asegurar el entretenimiento y, a ser posible, alguna sorpresa final. Con estos requerimientos, lo cierto es que el film cumple sobradamente su cometido, si bien con la repetición de un patrón al que se sigue de forma milimétrica sin aportar más frescura que la derivada de las interpretaciones de las mujeres implicadas en el entuerto, las cuales brillan más en los roles secundarios que los principales.
Ocean’s 8 se une a la ola de títulos de protagonismo femenino que refríen obras precedentes donde eran los hombres quienes llevaban la narración; una tendencia que parece querer surfear la moda del #metoo al tiempo que asegurar el tiro repitiendo fórmulas exitosas en el pasado en lugar que plantear personajes originales femeninos que no tengan ya de entrada el handicap de la inevitable comparación de sexos.