


El mundo de los elfos ha perdido la magia. Seducidos por la solución sencilla y sin esfuerzo que brinda la tecnología, las artes arcanas de los milenarios brujos ha quedado con los siglos por completo en desuso. Ahora, el lugar idílico donde habitan estas criaturas se ha convertido en algo peligrosamente prosaico; en algo tristemente parecido al mundo real: las hadas van en motocicleta pues se han olvidado de cómo volar; los unicornios vagabundean entre los restos de basura como gatos abandonados, y el tráfico rodado ha terminado por colapsar los caminos que antaño circundaban los guerreros y magos.
En este contexto, dos hermanos adolescentes de pronto reciben un misterioso regalo: un bastón mágico que les permite, durante tan solo veinticuatro horas, traer de vuelta a su padre del mundo de los muertos. Ansiosos por volver a ver a su progenitor, tratan de llevar a cabo el hechizo de inmediato, con la mala suerte de dejarlo a medias, literalmente: solo logran invocar el tren inferior de su difunto padre. Insatisfechos con el resultado, se embarcan en la empresa de encontrar la piedra mágica que les permita recuperar a su padre por entero, aunque solo sea para poder darle un abrazo.
La factoría Pixar nos tiene tan acostumbrados a obras de hondo calado que cuando surge alguna pieza más floja de inmediato la situamos, por comparación, en los lugares inferiores de nuestro ranking personal. A Onward le sucede como a Brave (2012) o a WALL-E (2008). Se trata de una película perfectamente escrita y construida, con un guion y una historia conmovedora que, sin embargo, en comparación con las grandes historias de la casa parece una pieza menor.
Quizá en algunos puntos sea predecible, o tal vez haya algunos recursos sacados de la manga bajo el parapeto de la magia y la fantasía
La aventura de los hermanos que buscan recuperar a su padre y para ello tienen que rescatar del olvido la magia de otro tiempo presenta todos los ingredientes de obligado cumplimiento de la empresa que la realiza: una peripecia alocada y divertida que entusiasme a los más pequeños, una sucesión de gags y personajes cómicos que amenicen la trama, y una profunda y honda reflexión sobre la vida que haga saltar las lágrimas de los progenitores que acompañen a sus hijos en el visionado.
Así, la búsqueda de la piedra mágica se convierte en mucho más que una buddy movie fraternal. También es un viaje iniciático hacia el autodescubrimiento de unos adolescentes en pleno proceso de maduración que, en su afán por encontrarle una forma corpórea a la memoria de su padre, terminarán por encontrarse a sí mismos y reconocerse el uno en el otro.
Quizá en algunos puntos sea predecible, o tal vez haya algunos recursos sacados de la manga bajo el parapeto de la magia y la fantasía. Pero nada de ello es óbice para poder disfrutarla, tanto si se es mayor como si se sigue siendo niño.