La comedia romántica de 1990 Matrimonio de Conveniencia, de Peter Weir, tiene una estructura original. En ella, la pareja protagonista primero se casa y, después, se enamora. La obra de Jacques Audiard París, distrito 13, en un tono más dramático, hace algo parecido.


Camille es profesor de instituto. Buscando un apartamento más cercano a su lugar de trabajo decide alquilar una habitación en el piso donde vive Émilie. Ambos se acuestan juntos ya la primera noche. Parece que inician una relación, pero no es así. Camille se encarga de verbalizarlo siempre que puede, y termina por demostrarlo de forma factual cuando lleva a sus otros ligues al apartamento. Émilie, harta de la situación, termina diciendo a las parejas sexuales de su compañero que si van a pasar tanto tiempo en su casa deberían pagar también el alquiler. Camille, entonces, se marcha.
En otro punto de la ciudad, Nora se reengancha a la universidad a sus treinta y pico años. A pesar de la diferencia de edad, parece llevarse bien con sus compañeros. Una noche sale de fiesta con ellos, y decide llevar una peluca rubia. Sin embargo, Nora con peluca resulta ser idéntica a una actriz porno llamada Amber Sweet. Sus compañeros no tardan en descubrirlo, y se creen que son la misma persona. La mofa y el acoso al que la someten los días sucesivos, con mensajes obscenos y proposiciones de toda índole, hace que deje los estudios y busque trabajo.
Lo encuentra en una inmobiliaria donde trabaja también Camille, que ha dejado de ser profesor de instituto. Ambos comienzan una relación laboral y sexual. Sin embargo, Nora no parece sentirse llena con él, igual que él no se sentía completo con Émilie. Ambos, de hecho, se sienten tan vacíos como los apartamentos que enseñan en la inmobiliaria. Nora, en realidad, parece conectar más con la actriz porno con quien la confundían, y a quien ella, movida por la curiosidad, ha tratado de localizar. Y Camille no para que escribir a Émilie…
Drama romántico rodado en blanco y negro, el cruce de historias y encuentros que teje Audiard reflexiona sobre la realidad romántica de nuestro tiempo. Las relaciones emocionales que presenta se ven mediatizadas por la tecnología, las aplicaciones de citas, los chats eróticos y el sexo. Sobre todo el sexo.
Si en la película de Peter Weir de 1990 primero se casaban y después se enamoraban, en la película de Audiard primero está el sexo. Si en la película de Weir el matrimonio pasaba a ser un mero trámite burocrático para que dos personas accedieran, por conveniencia, a distintas ventajas laborales, en la película de Audiard el sexo se convierte en ese trámite efímero, fugaz e intrascendente, a través del cual, quizá, dos personas lleguen a conocerse y, quién sabe, tal vez enamorarse.