La semana pasada se estrenó en España, con tan solo un día de diferencia con Estados Unidos [aplausos], la serie The Bridge. Nada más ver el piloto me puse a investigar y descubrí que es una versión de una serie de coproducción sueca-danesa de 2011 llamada Bron/Broen. Como el frikismo no conoce fronteras me he puesto y la he visto. Sí, en sueco.
De entrada pudiera parecer que se trata de una serie más de parejas de investigadores poco afines que se atraen —Bones, Castle, Elementary…—, no obstante, ya desde los primeros minutos se hace patente que estamos ante algo distinto. La premisa de toda la temporada —que han mantenido en la versión norteamericana— es el hallazgo de un cuerpo asesinado justo en la frontera, en el centro del puente Oresund, que une Suecia y Dinamarca. Este hallazgo obligará a los protagonistas —sueca ella, danés él— a trabajar juntos para esclarecer éste y los demás crímenes que tienen lugar —de los que no hablaré para que no me agredáis luego por el twitter—.
La versión norteamericana, por su parte, desarrolla la misma trama y el mismo trazado de personajes pero traslada la acción a la frontera del El Paso entre Mexico y Estados Unidos. Este cambio de escenario trae consigo una serie de matices que, en mi opinión, aportan a la serie mucho más interés que al original escandinavo.
En primer lugar, el choque de culturas es mucho mayor. Como podrán figurarse, el carácter sueco —frío, distante, serio…— no es que diste mucho del danés, por muy cálido que lo quieran mostrar. Efectivamente, en Bron/Broen se esfuerzan por pintar a los daneses como un pueblo más campechano… pero en definitiva muy similar a sus vecinos del otro lado del puente. En la versión americana el contraste entre estadounidenses y mexicanos es francamente brutal, y no solo por la radical diferencia idiomática: es evidente que Diane Kruger se ha inspirado en su alter ego sueca —interpretada remarcadamente aséptica y carente de empatía por Sofía Helin— para desarrollar un papel que domina con soltura, por lo que podríamos hablar, en realidad, de un contraste Suecia-México en toda regla que aporta a la serie un conflicto protagónico de lo más jugoso.
En segundo lugar, mientras que la trama de la serie escandinava aborda diferentes premisas sociales —pobreza, sensacionalismo, inmigración…—, la versión norteamericana se plantea en el contexto de los feminicidios de Ciudad Juárez, una lacra que se ha llevado por delante a más de 700 jóvenes en los últimos veinte años. Este contexto permite a la serie plantear un discurso comprometido que, al menos de entrada, da visibilidad a esta gravísima situación de violencia machista.
Por otro lado, estamos ante un plantel actoral de lo más nutrido: además de Kruger, trabajan en esta adaptación Demián Bichir —nominado al Óscar en 2011 por A better life—, Catalina Sandino —triunfadora en los Spirit y en la Berdinale por María llena eres de gracia en 2004—, y mi idolatrado Ted Levine —el malo del Silencio de los Corderos—, entre otros rostros conocidos, como Matthew Lillard. El guión está en manos de la GoldenGlobizada Meredith Stiehm —Urgencias, Policías de Nueva York, Homeland— junto a Elwood Reid —Hawai5.0, Caso abierto—.
La nota negativa, una vez más, la pone la adaptación española y su infame doblaje. Como es habitual en el espíritu ibérico, nuestra autogenerada incompetencia idiomática ha hecho que nos carguemos uno de los elementos más interesantes de la obra: el bilingüismo. En efecto, la versión norteamericana, a pesar de lo que se dice de los gringos y el subtitulado, intenta, pretende y consigue presentar escenas y secuencias completas en español de México pues, entre otras cosas, el conflicto idiomático entre los protagonistas —metáforas vivientes de sus respectivas naciones de origen— es un factor llamado a acrecentar el contraste cultural del que hablaba antes. Como aquí esas sutilezas nos las pasamos por el forro, con perdón, hemos optado por hacer tábula rasa y doblar todo al español neutro, incluido el español-mexicano. Sin embargo, probablemente para no caer en la incorrección cultural y ser fieles a la premisa, hemos puesto a un castizo doblador de los de siempre a imitar el acento propio del Estado de Chihuahua, lo que hace la experiencia francamente penosa: un personaje cualquiera nacido en alguno de los Estados del Cinturón Bíblico termina en la serie hablando español como si hubiera nacido en Valladolid frente a un personaje mexicano que habla como un vallisoletano poniendo acento de Dios sabe dónde.
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