No se puede negar que a la pareja artística formada por el director Ti West y la actriz Mia Goth la pandemia les ha venido estupendamente. Si bien la eclosión del COVID les pilló rodando su película X, el tiempo de confinamiento fue sabiamente aprovechado para escribir una precuela a la historia —que firman ambos, director y actriz-productora—, y adelantar lo que será un cierre de trilogía, que está proyectado para este año. Sin duda, un manejo de los tiempos encomiable.



En X, la troupe de cineastas pornográficos que trataban de rodar una película durante los agitados setenta en una granja destartalada fue pasada a cuchillo por la anciana que habitaba el lugar, y que, para más colorido jolgorio, tenía un cocodrilo gigante de mascota. El tono, como se recordará, saltaba de la parodia al homenaje, con planos calcados de clásicos como La matanza de Texas o Viernes 13. Ahora, la precuela sigue la juventud de aquella misma anciana con un tono que abandona lo paródico para presentar un desgarrador drama existencial con instantes gore. Eso sí, el cocodrilo —o su camada— también aparecen en esta.
Pearl es una joven que vive en la granja de sus padres. El cabeza de familia se encuentra en estado vegetativo, y la madre es una alemana de rígidas convicciones que imprime a su existencia una fuerte moral y disciplina. No en vano, estamos en plena crisis económica, en plena Guerra Mundial, y lo último que quiere la progenitora es que su familia sea objeto de los recelos —o la condescendencia— de sus vecinos.
Esto, sin embargo, lastra por completo los anhelos de la joven Pearl. Su marido —pues se ha casado muy joven— se ha ido al frente, y ella se ha tenido que quedar sola con sus padres y el yugo de su progenitora, que la sigue tratando como si fuera una niña pequeña. Aunque en parte lo es: soñadora, irresponsable… siempre que su madre la manda al pueblo a hacer algún recado ella se gasta los escasos cuartos en chucherías y en el cine. Sobre todo en el cine, pues adora los espectáculos de bailes. Ella misma quiere ser bailarina profesional y salir de ese pueblo perdido donde no ve ningún futuro.
Cuando anuncian que en la parroquia van a hacer una audición para actuar en un cuerpo de baile, la joven enloquece por participar. No obstante, la negativa de su madre desatará su lado psicótico y agresivo, con un resultado que el espectador ya puede imaginarse si conoce la película anterior.
Sorprende, además de por la sobriedad de la puesta en escena, la imponente interpretación de Mia Goth, que da cuerpo a una Norman Bates trágica, explosiva, gore… y adorable.