Vaya por delante que en lo referente a factura visual, interpretación y trabajo creativo, Penny Dreadful me ha parecido una pieza realmente sublime a la que han aportado, además, su granito de arena los directores españoles Juan Antonio Bayona y Paco Cabezas, que han abierto y cerrado respectivamente el drama. Su aportación, como la de tantos otros, merece todo mi aplauso. El guion de la historia, en cambio, me ha terminado decepcionando profundamente. ¿El motivo? La representación femenina.
Si bien es cierto que Penny Dreadful bebe de la tradición gótica victoriana, y que por ahí quizá pueda tener algún tipo de remota justificación, lo cierto es que me parece que la premisa que ha terminado sosteniendo la serie resulta impropia para nuestros tiempos. No sólo se han esforzado por hundir todo lo posible la historia en el paternalismo más rancio, sino que además parece que han tomado deliberadamente la decisión de «dar un escarmiento» a las féminas.
La trama de Vanessa ha terminado mal pese a ser sin lugar a dudas el centro de la serie
Por resumir, desde hace tres temporadas estamos acompañando a Vanessa Ives en su particular lucha contra los demonios. La premisa es que ella, por algún tipo de reencarnación no del todo explicada, es medio diosa egipcia medio bruja. No obstante, en ningún momento de la serie se incide en su papel como sujeto. En vez de eso toda la trama horizontal de la obra se sostiene sobre su rol de objeto de deseo: tanto el Diablo como el Conde Drácula —que, si no he entendido mal, en esta serie se perfilan como hermanos— quieren «poseerla» y hacerla «su reina». Para salvarse, Vanessa tiene a su disposición a toda una cuadrilla de muchachos: al sustituto de su padre y su criado traído de África; al mozo americano —que resulta ser hombre lobo en sus ratos libres—; al doctor Frankenstein —que siempre deja lo que esté haciendo para ayudar a la desvalida— y esporádicamente a Dorian Grey, que está un poco a verlas venir. Eventualmente El Monstruo, cuya trama no mencionaré por aburrida e intrascendente, también la acompañará y le recitará poemas de vez en cuando.



En esta última temporada, sin embargo, el azar ha querido separar a todos los personajes y, claro, la pobre Vanessa ha tenido que buscarse nuevas ayudas en su lucha contra las criaturas de la noche. Y aquí la primera trampa: las dos únicas mujeres que han sobrevivido a la serie se han incorporado ambas en la última remesa y presentan características «impropias» —digámoslo así— de las mujeres de la época victoriana. Una es doctora en psicología de mediana edad y la otra es una pistolera deslenguada.
Consciente del mal que ha hecho, ella misma buscará purgatorio en la muerte
La trama de Vanessa ha terminado mal pese a ser sin lugar a dudas el centro de la serie. Seducida por Drácula, sencillamente se deja morder; sucumbe al lado oscuro y se vuelve malvada. Por efecto de su malignidad, toda Londres se cubre de una niebla ponzoñosa y densa que va enfermando a la gente poco a poco. Consciente del mal que ha hecho, ella misma buscará purgatorio en la muerte, como manda la tradición en este tipo de folletines.
Por otro lado, la segunda trama en importancia a lo largo de esta última entrega ha sido la del lobo-hombre americano Ethan Chandler. Atrapado por los esbirros de su padre, es llevado de vuelta a su patria para ajustar cuentas con su pasado. Sin embargo, una de las brujas que sobrevivió de la segunda temporada lo sigue de incógnito y logra liberarlo «por amor». Ella es, en este caso, la fuerza corruptora del joven Ethan, que termina profiriendo oraciones satánicas en la mesa del patriarca de su clan. No obstante, conscientes del poco recorrido de la historia, los realizadores no tardan en quitarse del medio al padre, a los esbirros y por supuesto a la bruja, por la que parece que el mozo realmente no sentía gran cosa. Por supuesto, mientras que Vanessa, consciente de su corrupción, encuentra consuelo en la muerte, Ethan retoma su vida como si lo de abjurar de Dios y entregar su alma al mal hubiera sido poco más que una borrachera.
El guionista ha querido llevar la opción hasta el extremo y Lily no tarda en organizar un aquelarre de prostitutas asesinas
En tercer lugar tenemos la trama de Lily, la que fuera Brona renacida y que se ha tornado la única mujer que realmente parece vestirse por los pies de toda la serie. Inspirada por los movimientos que piden el sufragio femenino, Lily se autoproclama adalid de la liberalización de la mujer, y para ello comienza salvando a una jovencísima Justine —imagino que en referencia a la obra de Sade— de la explotación sexual. No obstante, pese a lo loable de la empresa, el guionista ha querido llevar la opción hasta el extremo y Lily no tarda en organizar un aquelarre de prostitutas asesinas. Aprovechando que Frankenstein, con la ayuda de las pociones de su amigo el Dr. Jeckyll, está buscando la forma de domesticar a la que por otro lado fue su «creación», Dorian termina por someterla al escarnio de la zombificación que propone el médico. La salva, no obstante, la piedad del doctor, que decide dejarla marchar para que siga siendo ella misma, si bien el espectador —que la acompaña en su diálogo final con Gray— es testigo de cómo sus alas han sido cortadas y su causa ha muerto junto con la pobre Justine, que antes de volver a su anterior vida de explotación también le suplicó a Dorian que le rompiera el cuello.
Así, en el episodio final dos mujeres protagonistas terminan suplicando su propia ejecución a manos de hombres y la tercera, que ya había muerto previamente, es liberada por la misericordia de otro. Una serie que parecía, en sus comienzos, querer reivindicar el empoderamiento y la liberalización femenina ha terminado defendiendo justo la causa contraria. Más que actualizar el género ha terminado cayendo en sus tópicos más casposos: la mujer virtuosa frente a la mujer malvada, la redención en la muerte y la preeminencia del hombre blanco sobre todas las cosas.