Los niños vuelven a la tele, como en los tiempos de Bertín. Pequeños gigantes y Tu cara me suena mini han traído de nuevo a nuestras pantallas la gracia de los peques.
Quizá fuera Masterchef Junior el inaugurador de este revival infantil. En su día ya comenté que, pese a que a priori pueda ser un asunto delicado por la imagen de los menores, las intromisiones y su explotación como «muñecos de feria», lo cierto es que no me pareció mal. Tratando con respeto tanto a los niños como a la audiencia, creo que todos los programas infantiles pueden aportar algo. De hecho, incluso, creo que pueden ser hasta educativos ahora que nuestra televisión anda escasa de producciones propias dirigidas a los más pequeños.
Pero claro, cocinar y bailar son cosas diferentes. Cuando el pasado martes en Pequeños gigantes dos niñas se pusieron a cantar el Wrecking Ball de Miley Cyrus por un instante sentí un poco de congoja. ¿Las iban a poner a lamer martillos y a bailar de forma obscena? Cuando se mezclan los mundos de los niños y los adultos, más que infantilizar a los segundos se corre el riesgo de erotizar a los primeros. Piensen en la música, piensen en las letras de las canciones, y piensen en los videoclips que las acompañan de manera inseparable. Imaginen que en vez de canciones pusiéramos a los pequeños a recrear películas. ¿Se imaginan Pretty Woman hecha por niñas?
Afortunadamente parece que en ambos concursos han cuidado al máximo ese detalle. Las chicas que cantaban la canción de Miley Cyrus lo hacían vestidas con un vestuario apropiado para su edad, sin contoneos eróticos y, en definitiva, sin imitar en lo más mínimo a la cantante. El cuidado se apreciaba también en los bailes, o al menos esa fue mi impresión: cada vez que en una coreografía había portés con apertura de piernas, levantamientos de faldas y demás movimientos que pudieran de alguna forma «erotizar» a los pequeños, la edición optaba por planos lejanos o tomados desde la parte de detrás del escenario. Vean a qué me refiero:
No creo que sea mala idea potenciar el talento y premiar el esfuerzo en los más pequeños a través de uno o varios programas de televisión. Creo que ver a otros niños protagonizando espacios en la pequeña pantalla y además demostrando su valía en concursos culturales, gastronómicos o en el ámbito de las artes puede ser un fantástico ejemplo y acicate para los pequeños de la casa. Pero claro, para eso el programa tiene que llegar a los pequeños de la casa.
Parece que se han puesto de acuerdo, ahora que han empezado los colegios, en programar cosas protagonizadas por niños a las tantas de la noche. Tu cara me suena mini empezó pasadas las diez y media y terminó entrada la madrugada; el programa del martes de Telecinco estuvo en el mismo horario. Nuestro prime time tardío, ya saben. La tragedia de siempre con esto de tener la hora de Berlín. ¿No sería más apropiado para los niños que vieran los programas protagonizados por niños a las horas adecuadas para los niños?
En España tenemos una tontería llamada Código de Autorregulación sobre Contenidos Televisivos e Infancia. Se trata de un acuerdo firmado por todas las cadenas de televisión que establece, entre otras cosas, que entre las 6 de la mañana y las 22 horas no se pueden emitir contenidos no recomendados para menores por contener escenas violentas, sexuales, o tratar temas de drogadicción, ocultismo y demás. Además, también establece que los tiempos entre las ocho y las nueve de la mañana, y entre las cinco y las ocho de la tarde son espacios de «protección reforzada» para los menores.
[Tweet «En España, en el horario de TV de «protección reforzada» ponemos Sálvame»]
En cualquier lugar del mundo donde imperase la lógica, lo normal sería programar en ese espacio de «protección reforzada» cosas aptas o dirigidas a los menores y despojar el horario no protegido de contenidos para niños. De hecho, oye, lo mismo los programas y concursos protagonizados por niños como Pequeños gigantes o Tu cara me suena mini deberían ir en ese hueco. Pero claro, en España tenemos el huso de Berlín y eso trastoca el sentido de la lógica de los programadores. Aquí, en el horario de «protección reforzada» programamos espacios «educativos» como Sálvame (Telecinco), series de asesinatos y crímenes como Castle (Cuatro), telenovelas de corte adulto como Amar es para siempre y El secreto de puente viejo (ambas de Antena 3), programas de reportajes de actualidad y sucesos como Más vale tarde (La Sexta) o Comando actualidad (La 1). Las cosas con niños las dejamos para la noche.
Porque, al fin y al cabo, lo que importa del asunto es la audiencia. Pero no importa en el sentido de querer ofrecer lo mejor para cada público. Importa en el dato cuantitativo. En el número. Mucha audiencia, mucha, mucha. Y si los niños haciendo monadas atraen al público ponlos a bailar y a cantar de noche, en la televisión de los adultos. ¿A quién le importan los niños? Ellos ya tienen el canal ese de TVE lleno de producciones extranjeras. Aquí los niños son el reclamo; son el show. El respeto a los niños y a la audiencia, decía al comienzo. Muñecos de feria, decía.