Robin es un eremita malencarado y misántropo que lleva años viviendo en la montaña. Su única compañera es una cerda trufera que, también, es su sustento económico. De vez en cuando un joven en un deportivo va a visitarle para comprar su producto, siendo el máximo contacto que tiene con el mundo civilizado. Una noche, a Robin le pegan una paliza y le roban a su preciada cerda, lo que motiva que emprenda una búsqueda sin más ayuda que la del joven del deportivo.



Hasta aquí, la construcción dramática de Pig puede recordar al clásico Ladrón de bicicletas. Además del cariño que siente por el animal, no deja de ser el medio fundamental de vida, tanto de la suya como la del joven, que está tratando de emanciparse de las dádivas de papá montando su propio negocio de distribución gastronómica gourmet. Por ello, acudirá con él a los lugares donde el eremita sospecha que los mafiosos locales pueden estar traficando con su mascota. Y ahí es cuando el relato adopta otro cariz más inesperado, salvaje e interesante que, de pronto, lo aleja del neorrealismo para acercarlo al universo sangriento de John Wick.
Gracias al recurso del compañero de viaje, nosotros como espectadores vamos descubriendo a la vez que él la verdadera identidad de Robin y los hechos pasados que le motivaron para aislarse del mundo en mitad de la nada. De este modo, en realidad, la cerda se convierte en una metáfora de algo más profundo y existencialista, algo que terminará por transformar al joven del deportivo que, de pronto, al tiempo que va conociendo a Robin, va también conociéndose a sí mismo y el verdadero cariz de su realidad más próxima y cotidiana.
El director Michael Sarnoski dosifica la información lo justo para dejar espacio al espectador. Es responsabilidad del público terminar de interpretar la historia rellenando los huecos. La fotografía, cuidada y bien medida, resulta muy sugerente, al igual que la banda sonora. Ayuda también Nicolas Cage, que regala una actuación magistral que sorprende por su sobriedad y tono bajo tanto en los momentos de introspección como en los instantes bizarros, como la pelea clandestina de cocineros.
En definitiva, una obra muy interesante que hace reflexionar, desde la fábula, sobre el duelo, el significado del éxito, o el valor de las cosas auténticas.