Dicen que no hay nada nuevo bajo el sol. La cultura, según afirman algunos, es una constante sucesión de repeticiones. Nada hay, en rigor, que sea genuinamente original; que no deba cierta pleitesía hacia uno o varios referentes del pasado. Esto se hace más que evidente cuando la pretensión no es otra que poner al día o revitalizar alguna obra olvidada por el paso del tiempo. El problema surge cuando, de alguna forma, la obra original no está en absoluto olvidada. Es el caso de la nueva versión de Poltergeist.
Corrían los comienzos de los ochenta cuando Steven Spielberg se encontró en la tesitura de tener que elegir entre los dos guiones en los que había participado. Su contrato no le permitía dirigir dos películas a la vez, por lo que el afamado director optó por centrarse en su proyecto E.T. y dejar Poltergeist en manos del que fuera director de La Matanza de Texas, Tobe Hooper. Las malas lenguas rumorean que realmente fue el propio Spielberg quien, además de escribir y producir, dirigió a escondidas la película. Esto, unido al trágico hecho de que fallecieran algunos de los intérpretes de esta obra y sus secuelas —incluida la joven protagonista, Heather O’Rourke, con tan solo 12 años—, convirtieron el filme en una pieza «de culto» y en todo un referente cultural para una generación como «película maldita». Tres décadas después ha llegado a nuestros cines el remake de este clásico que, como es lógico, es inmediatamente puesto en comparación con su predecesor. Y las comparaciones… ya se sabe.
Aunque pueda parecer que el avance en los efectos digitales podría revitalizar este clásico del terror, lo cierto es que la película flojea mucho en ese sentido
Poltergeist narra la historia de una familia que se muda a una casa en un suburbio en las afueras. De alguna forma, la hija pequeña parece tener la capacidad de contactar con los espíritus que habitan el lugar a través de la pantalla del televisor. Poco a poco, los fantasmas se van revelando de forma más agresiva hasta que terminan secuestrando a la pequeña y llevándosela a una dimensión paralela. La familia, para rescatarla, recurre a un grupo de parapsicólogos y a un cazafantasmas que tiene un programa en televisión.
Aunque pueda parecer que el avance en los efectos digitales podría revitalizar este clásico del terror, lo cierto es que la película flojea mucho en ese sentido. La gran mayoría de escenas sobrenaturales consisten en un juego de luces fuera de campo mientas unos atolondrados personajes miran hacia el vacío con cara de susto. La interpretación es muy deficiente y a menudo ilógica, y las escenas de terror tan sólo se quedan en algún sobresalto casi paródico, con el tipo de humor que se podía encontrar en las obras de serie B.
Aunque no llega al nivel de su predecesora, los fans del terror estarán encantados de que, al menos, se revitalice el título original, aunque solo sea para poder comparar.