Sobre su piano, el agente Deckard, protagonista del clásico Blade Runner (1982), tenía fotografías en blanco y negro de viejos recuerdos. Se trataba de fotografías anacrónicas para el mundo digital que retrataba el filme, pues reflejaban recuerdos protéticos que probablemente nunca existieron de verdad. El género negro es, quizá más que ningún otro, el que mejor ha logrado conjugar lo paradójico del pasado y el futuro. Sus personajes a menudo se abrazan a los retazos de su memoria en pos de una humanidad que se ha perdido, o que todavía no han encontrado. Sobre este motivo versa la última obra adscrita a la corriente: Reminiscencia.



La película de Lisa Joy retrata una sociedad en crisis. Ambientada en una Miami medio anegada por la subida del nivel del mar y el cambio climático, los supervivientes de la debacle y la guerra malviven con el agua por los tobillos. Un científico (Hugh Jackman) se gana la vida ofreciendo sesiones de una especie de psicoterapia regresiva: sus clientes rememoran sus recuerdos de manera especialmente vívida mientras él los vislumbra holográficamente. Su tecnología, además de terapéutica, tiene una finalidad judicial ya que se trata, en suma, de un método de interrogatorio infalible.
La pugna por ubicarse de forma inequívoca en el género le hace tomar los clichés más desfasados de éste, como la voice over explicativa
Una mañana, ya después de la hora de cierre, se presenta en su “consulta” una femme fatale con la excusa de querer recordar dónde ha puesto las llaves de su casa. Por supuesto, le seduce rápidamente mientras que su ayudante (Thandie Newton) arquea las cejas en señal de desconfianza, pues tanto ella como los espectadores saben que la misteriosa y escultural visitante oculta más de lo que predica.
El film tiene aciertos y desaciertos. En el conjunto de los primeros está la premisa inicial, que bebe sin complejos de la ya citada Blade Runner, pero que también tiene semejanzas con obras como Minority Report. Se trata de una intriga que no escatima en los instantes de acción, con espectaculares peleas subacuáticas incluidas.
Sin embargo, el conjunto de los desaciertos supera con mucho el balance. La pugna por ubicarse de forma inequívoca en el género le hace tomar los clichés más desfasados de éste, como la voice over explicativa, o la petulancia engolada de los villanos. Incluso cuando juega al homenaje, recreando vestuarios y ambientación, termina por resultar impostado. En el plano narrativo, el protagonista vive una investigación sin sobresaltos: sencillamente “lee” los recuerdos de quien se va encontrando, y éstos le cuentan la película. En el marco estético, los efectos visuales son sólo pasables para una obra de estos tiempos.
Con todo, se trata de un estreno que gustará a los y las amantes de la faceta melodramática de Hugh Jackman, que termina siendo su principal atractivo.