Mark Scout llora y grita en su coche frente a la puerta de su empleo. Se recompone y entra en el edificio. Intercambia un par de saludos de cortesía con los encargados de seguridad, deja sus objetos personales en una taquilla y se mete en el ascensor que le lleva a su puesto subterráneo. Cuando llega, saluda a sus compañeros con normalidad y comienza a realizar su monótona y tediosa función. Termina su jornada laboral y sale por donde ha entrado. Recoge las llaves y su reloj de la taquilla donde lo había dejado, se sube al coche y arranca. En un despiste, está a punto de atropellar a una de sus compañeras de oficina. Se disculpa. No la ha reconocido. Ni ella a él. Porque, en realidad, no se conocen. Porque el Mark de la oficina y el Mark del exterior son dos personas diferentes.



Un implante en el cerebro ha logrado lo que para muchos es un sueño hecho realidad: separar completamente la vida laboral de la personal. Así, cada vez que Mark baja en el ascensor olvida todo lo referente a su yo del exterior. No recuerda a su hermana; no recuerda al pesado de su cuñado; no recuerda que su vida se ha desmoronado con el fallecimiento de su esposa, ni que es un hombre tremendamente infeliz. Dentro del trabajo solo tiene memoria de sus compañeros, del clima pretendidamente distendido y ordenado que se produce en la oficina, y de los logros de su inexplicable labor.
Porque nadie dentro de ese edificio sabe realmente a qué se dedica. Por supuesto, tampoco lo saben fuera. En el exterior, Mark no tiene memoria ni conocimiento de lo que su alter ego ha pasado el día realizando. Puede ser algo relacionado con medicamentos, con armas, con movimientos fiscales… a saber. El caso es que este equilibrio parece proporcionarle cierta paz mental. Hasta que algo la rompe.
Su compañero Petey va a verle a su casa. Por supuesto, Mark no sabe quién es, pero resulta que son mejores amigos en la oficina. De hecho, el Mark de la oficina ha lamentado profundamente la desaparición de Petey y teme que haya muerto. Pero el Mark del exterior no conoce a ese señor que le ha salido al encuentro. No comprende cómo puede tener memoria de lo que pasa dentro y fuera, ni entiende por qué quiere advertirle de que está sucediendo algo terrorífico. Intrigado, Mark comenzará a investigar desde fuera, al tiempo que tanto él como sus compañeros tratarán de averiguar más sobre su mundo desde dentro.
El ser desdoblado
La dualidad siempre es trágica. Ya sea como licántropo, como científico loco o como amnésico, las historias de personajes desdoblados se nutren del conflicto de ser responsable de los males ocasionados por el otro yo, y de la imposibilidad de nunca lograr una confrontación. ¿Cómo detener a alguien que literalmente está cuando tú desapareces?
La premisa de la serie escrita por Dan Erikson y dirigida en la mayoría de sus capítulos por el actor Ben Stiller se fundamenta en ese juego de reflejos opuestos. El espectador conoce al Mark del interior y también al Mark del exterior. Y sabe que son, en cierta forma, personas distintas con personalidades diferentes. ¿Qué pasaría si uno se enterase de lo que está viviendo el otro?
Sin embargo, el protagonismo de la serie es bastante coral. Además de Mark, la trama sigue a sus compañeros de oficina, Halley, Dylan, Irving… No obstante, con ellos el relato sigue la lógica contraria: si de Mark sabemos cómo es dentro y fuera, a sus compañeros solo los conocemos dentro, de tal forma que se genera la intriga en el espectador por saber detalles de sus vidas en el exterior.
Halley, por ejemplo, está allí en contra de su voluntad. Su yo exterior la ha confinado en ese trabajo a pesar de que ella no quiere, y será capaz de todo para lograr escapar. Dylan, por su parte, es feliz coleccionando sus méritos y logros en la empresa. No tiene idea de qué es fuera de allí, ni parece importarle demasiado. Irving, el mayor del grupo, se ha enamorado de un compañero en el interior, pero se trata de un amor prohibido por múltiples motivos.



Laberinto kafkiano
Otro punto de interés de la obra es la amenaza constante que supone el propio lugar de trabajo y sus guardianes. La oficina subterránea es deliberadamente laberíntica, llena de pasillos todos iguales de paredes blancas e impolutas. Sólo dos salas parecen diferentes: la sala oscura donde los protagonistas tienen que hablar con la psicóloga de la empresa y la sala de castigo.
La empresa tiene una misión y visión casi sectarios. Se rige por el código de conducta de un misterioso líder al que se adora como si fuera un profeta. De hecho, uno de los premios es la visita a través de la réplica de la casa del líder, que tienen dentro de sus instalaciones. La palabra del líder es venerada y, de hecho, es casi lo único permitido dentro de la institución, pues ninguno de los empleados puede meter o sacar mensajes escritos.
No obstante, lo realmente inquietante son los guardianes del laberinto. La jefa, la psicóloga, el vigilante… Siempre observan a los empleados a través de un circuito cerrado de cámaras de seguridad, y son quienes proporcionan los premios y quienes determinan los castigos. Y, además, tienen pleno control de la situación, tanto dentro como fuera. De hecho, la jefa resulta ser vecina en la vida real de Mark, por lo que no deja de observarle en ningún momento de su vida.



La estética del detalle
¿Cómo sería The Oficce si la hubiera dirigido Hitchcock? Ben Stiller y el resto de directores de la serie ofrecen un apabullante recorrido visual. La fotografía es detallista, limpia y muy potente, logrando generar una ambientación inquietante y claustrofóbica, al igual que la banda sonora de Theodore Shapiro. El contraste de las distintas puestas en escena favorece el misterio y la intriga que recorre toda la trama de la primera temporada.
A su vez, el plantel de intérpretes despliega un afinado sentido del drama. Veteranos como John Turturro y Christopher Walken regalan actuaciones medidas que refuerzan la inquietud del planteamiento de la serie, donde brillan Adam Scott o Patricia Arquette en el rol de villana.
En definitiva, una temporada de nueve episodios que recuerda a las premisas de Black Mirror y que deja un poso reflexivo de calado. La temporada se articula con buenos cliffhangers y varios giros que, sin duda, sorprenden, especialmente en el momento final, cuando todo lo planteado hasta ese instante salta por los aires.