—Spoilers en página 2—



El cambio de calendario trae consigo algunas tradiciones televisivas que nos acompañan desde hace tiempo como los saltos de esquí, el concierto de Año Nuevo y, de un tiempo a esta parte, alguna novedad en la miniserie Sherlock. Si bien estábamos acostumbrados a inaugurar cada nuevo enero con las ansias por conocer el devenir del longevo personaje en su adaptación más reciente, en esta ocasión, no obstante, Moffat y su equipo apenas nos han dejado un aperitivo con el que aplacar el hambre sherlockiana. Eso sí, un aperitivo de alta cocina.
Con la traducción literal de su título inglés, La Novia Abominable llega a las pantallas españolas esta noche casi como el regalo de reyes perfecto para despedir la Navidad, y probablemente lo haga dejando, por un lado, el regusto de lo bien hecho y, por otro, un cierto punto de decepción. Pero de eso hablaremos en la segunda página de este artículo, para no destripar nada a quienes hayan esperado a ver la versión depauperada por nuestro infumable doblaje.
No se pervierte nada al decir que, como muy llamativamente anuncia el tráiler, en esta ocasión Sherlock se traslada al siglo que le vio nacer en lo que a priori parece una separata extemporánea en relación con el tiempo que se venía contando en las temporadas anteriores de la serie. Los puristas del canon holmesiano estarán probablemente dando palmas con las orejas, pues no sólo van a poder ver a su Sherlock favorito sino que además lo harán en el contexto en que fue ideado en su día.
El buen hacer de los británicos en lo que a series de época se refiere es un aval nada desdeñable que asienta la ya de por sí potente muestra de poderío audiovisual e interpretativo que supone la serie ideada por Moffat y Gatiss, por lo que los fans pueden estar tranquilos al respecto: van a disfrutarla como si se tratase de la cuarta temporada y no de un especial navideño. Eso sí, una cuarta temporada que parece romper, a priori, la lógica del planteamiento de la franquicia para volver a unos orígenes más que trillados pues, no se puede negar, hemos visto tanto a Sherlock en el Londres decimonónico que por una parte casi se podría pensar que al dar este paso se está perdiendo lo que realmente hacía a la serie original.
El tiempo y el espacio natural para Sherlock Holmes no es el Londres de finales del XIX
Porque, de hecho, estoy convencido de que la mejor forma de adaptar a Sherlock es, precisamente, como han venido haciendo hasta ahora y no con tramas victorianas. Los puristas quizá hayan soltado algún exabrupto al leer esta frase, pero creo firmemente que el tiempo y el espacio natural para Sherlock Holmes no es el Londres de finales del XIX, sino el Londres más actual.
¿Acaso no creó Conan Doyle un personaje coetáneo a sí mismo? ¿No se narraban sus aventuras ficticias bajo la apariencia realista de lo cotidiano? ¿No se vendían sus relatos de forma serial a través de la prensa del día? ¿Me estoy volviendo loco? Dicen que cuando su creador, harto por la fama, decidió matarlo los londinenses guardaron luto como si hubiera fallecido un héroe de su tiempo; dicen que la empresa que estaba ubicada en Baker St se encargó por décadas de recopilar el correo que, de forma ordinaria, recibía Mr. Holmes de todas partes del Imperio —como dirían en su época—. ¿Acaso no son estos rasgos delatores de que el personaje nació para ser contemporáneo? ¿No está, en ese sentido, más que justificada su incursión en el siglo XXI y su manejo de nuestra actualidad?
Quizá me estoy yendo por las ramas para sostener un argumento que probablemente sólo puedan entender cuando vean el capítulo. Así que les dejo el margen de un click de ratón. Cuando lo hayan visto pasen la página y hablaremos de «eso».