Rose es una psiquiatra adicta al trabajo. Pasa más tiempo en el hospital donde ejerce su profesión atendiendo urgencias médicas que en su propia casa. Sus pacientes, como norma general, precisan una atención muy especializada y en muy poco tiempo, pues abundan las afecciones complicadas o de personas en riesgo de autolesión. Ese es el caso de Laura, una joven doctoranda que llega con un cuadro de trastorno paranoide: afirma sentirse perseguida por una misteriosa entidad que le sonríe.



Rose no debería atenderla. De hecho, hace horas que se debería haber marchado del hospital al chalé que comparte con su prometido. No obstante, la vocación se lo impide y decide tratar a la joven recién ingresada para calmarla. Pero es imposible. A los pocos minutos de conversación, la estudiante se arroja contra el suelo presa de un ataque, gritando que su perseguidor está allí con ellas. Alterada, Rose llama a los celadores para que la ayuden a inmovilizarla, pero en seguida se percata de que no es necesario: de pronto, Laura se calma, esboza una siniestra sonrisa, y se rebana el cuello delante de la doctora.
El shock le afecta, innegablemente. Por muy profesional que pretenda ser, una situación así podría ocasionarle un trauma a cualquiera. Sin embargo, si algo trastorna a la profesional y comienza a afectarle es la extraña sucesión de encuentros que empieza a tener. De pronto cree ver el rostro sonriente de la paciente suicida en todas partes, y hasta cree vislumbrar la mueca diabólica en la cara de los demás internos. Inquieta, comienza a investigar las causas de esta patología, y pronto descubre que Laura, al igual que ella, también había sido testigo de un suicidio sonriente. De manera intuitiva, la protagonista presiente que se encuentra en peligro. Sus sospechas no tardan en confirmarse.
Ópera prima del director y guionista Parker Finn, Smile se adscribe sin tapujos al género de terror psicológico de la vieja escuela. Ni pretende ser elevado ni tampoco se sumerge en la parodia del exceso. Se trata, en suma, de una película que juega a la perfección sus cartas y su planteamiento para engatusar al público sin caer en estridencias argumentales. Por supuesto, los sobresaltos y golpes de efecto salpimentan toda la obra, ubicándose, además, en momentos por completo inesperados y sorpresivos. La trama guarda respeto a su propia lógica, y no parece haber nada que realmente esté fuera de tono.
Una obra disfrutable para ver en sala, preferiblemente con un público lo suficientemente impresionable como para lograr el milagro del género de terror, que es, en sí mismo, una catarsis colectiva.