Poco a poco Filmin está dando razones de peso para apagar la televisión. La última: Southcliffe. [Hay Spoilers]
Southcliffe es una bofetada de realidad convertida en serie. En serio. No es broma. En Channel 4, después de cada episodio, una voz en off facilitaba una dirección de ayuda por si lo que habías visto había afectado de alguna manera a tu sensibilidad.
La historia es sencilla. Coincidiendo con el regreso de algunos soldados de su participación en Afganistán, en un apacible pueblecito de la campiña inglesa un excombatiente agarra sus armas y se lía a tiros por la calle. Mata a más de una decena de personas y luego se quita la vida. Los cuatro episodios de la mini serie narran la crisis en que se sume la sociedad después de la masacre.
La catástrofe se plasma a través de varios de los habitantes de este sencillo pueblo inglés. Por una parte, las víctimas y dolientes del azaroso criminal que experimentarán la rabia, la pérdida y, por último, la locura. Por otra parte, la visión de un periodista oriundo del lugar y amigo de la infancia del criminal que, de alguna forma, quiere encontrar en la propia sociedad la causa del mal. Por último, la misma existencia del asesino, que se narra a modo de prólogo y que, vista en retrospectiva, deja más sombras que luces en el espectador.
No hay una investigación. No hay una venganza. No hay justicia. Southcliffe es simple y llanamente un ejercicio de contemplación del dolor. La llegada de los demonios a un pueblo tranquilo que lucha en vano por su exorcismo a través de acciones que van de la pugna por la monotonía hasta actos que resultarían excéntricos si no tuvieran como trasfondo una tragedia de estas magnitudes. Verán algunas reacciones tan extremas y extravagantes que no entenderán si no fuera por la propia lógica en que se mueve la premisa. Y probablemente terminen admitiéndose a sí mismos que lo harían, en esas circunstancias, exactamente igual.
Haciendo una lectura más profunda, Southcliffe aborda el tema de la maternidad y, de alguna manera, de la propia feminidad como pilar social.
Las víctimas que se nos muestran narrativamente son todas mujeres de diferentes edades. El asesino, el mismo, mata a una niña pero también a una anciana; mata a una madre, pero también a una hija.
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Y, en cierta forma, su ausencia —la ausencia de la mujer— es la que desencadena la catástrofe personal de todos y cada uno de los individuos, desde el prometido que organiza una boda en su entierro hasta el excombatiente que quiere quitarse la vida; desde el padre que quiere fotografiar por última vez a su hija aunque esté muerta, hasta la madre a quién la ausencia de ésta le incita querer «salvar» a una prostituta.
Junto a eso, se nos invita a mirar desde la rabia contenida de la mirada del periodista que asiste impotente al espectáculo, empeñado en querer justificar moralmente a su antiguo amigo arremetiendo contra una sociedad a la
que considera culpable, quizá más por el rencor que le guarda que por la propia lógica de los crímenes, si es que tienen alguna.
Una puesta en escena somera muy acorde con lo que narra, llena de campos neblinosos y cielos enrarecidos, blasona la factura audiovisual. Fotografía excelente, actuaciones detallistas y una fantasmagórica aportación sonora, al tiempo fría e inquietante, le reportan nada menos que cuatro nominaciones a los BAFTA, que se dice pronto. Mejor actor, mejor actriz y mejor secundario, además de, por supuesto, mejor miniserie. Su director, el joven Sean Durkin, ya ganó el premio a la dirección del festival de Sundance, así como una perla en el Festival de San Sebastián. Una joyita de serie, vamos, si tienen cuerpo para ello.
Y lo curioso del dato no es ya que no nos atrevamos en España a hacer cosas así, sino sencillamente que no nos atrevamos siquiera a emitir las originales. Gran movimiento de Filmin —recordemos, un videoclub online— de asociarse con la BBC y dejarse caer con estas pequeñas sorpresas que se ven en abierto por ahí. Aquí pueden verla entera por menos de seis euros —sí, menos que el cine—, o si lo prefieren por capítulos sueltos a 1,95 cada uno. Están en versión original subtitulada, ténganlo presente —no se hizo la miel para la boca del asno—.♦
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