


Si alguna virtud tuvo la película de Ryan Johnson Los últimos Jedi (2017) es que no dejó indiferentes a los fans. De hecho, casi se crea un cisma entre aquellos que odiaron la película y aquellos que la encumbraron como la mejor de todas las realizadas dentro de la saga galáctica durante esta nueva y, según parece, última tanda. Por ello, las expectativas con las que se ha recibido este siguiente episodio eran muy altas. De entrada, el director J.J. Abrams recuperaba la batuta de la trilogía que él mismo inició cuando el mismísimo creador de la saga, George Lucas, le cedió el testigo en 2015; y es sabido por todos que Abrams tiene un talante bastante más complaciente que Johnson hacia el fandom. No obstante, la línea argumental dispuesta por el anterior director ya estaba abierta, y los nuevos retos argumentales que se habían sembrado difícilmente podrían borrarse de un plumazo.
Y, sin embargo, así se ha hecho. Abrams no solo ha enmendado la plana a su predecesor obviando gran parte de los avances que propuso aquél; además, lo ha llevado a cabo recurriendo no ya al homenaje o a la remembranza, sino directamente resucitando a los fantasmas que Johnson trató de enterrar de una vez en pos de lo que se vislumbraba como una nueva y fresca narrativa. Abrams ha traído de vuelta, de forma literal, al viejo Imperio Galáctico con una fuerza y una potencia que hace pensar que por él no han pasado los años, ni en la ficción ni en la vida real, a pesar de haber fenecido hace casi cuarenta años.
Plantear así la ruptura de las reglas del juego de manera tan flagrante parece que ha servido para dar alas a un relato tramposo y embustero a la par que efectista. No hay una sola secuencia en toda la película en la que no intervenga algún artificio sacado de la manga que solvente la situación. A veces es algún aliado sorpresa que irrumpe en escena y soluciona los entuertos; otras veces es un truco jedi nunca antes explicado; otras, simplemente, el cambio de opinión de los personajes que, sin venir a cuento, de pronto olvidan sus motivaciones y optan por hacer lo contrario que siempre han hecho.
Eso sí, la fotografía es espectacular; las persecuciones y escenas de acción están cargadas del ritmo de los videojuegos cuando el jugador los disfruta en el modo fácil, y la música de John Williams recupera, por momentos, la magia de las primeras entregas de la saga, cuando la historia todavía era realmente original.