


¿Cómo sería Supermán si en vez de criarse en una granja de Kansas lo hubiera hecho en cualquier pueblo de España? ¿Seguiría siendo el guardián de la paz y la justicia? ¿Seguiría surcando los cielos resolviendo entuertos, salvando a la humanidad y rescatando gatitos de las ramas de los árboles? Las historietas de los cómics de Jan siempre siguieron un poco esa premisa que ahora han tratado de recoger los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José para llevar, de la mano del director Javier Ruiz Caldera, el humor paródico a la gran pantalla.
Juan López siempre ha sido consciente de que no es como los demás. De pequeño podía correr más rápido que todos los niños; podía lanzar rayos por los ojos; congelaba cosas con su aliento, y ayudaba en el taller de su padre levantando los coches a pulso. Aunque nunca ha conocido los detalles de su origen marciano, siempre ha sabido que era un niño especial. Y siempre ha sabido, igualmente, que lo que más le convenía era no destacar. «Clavo que sobresale pide martillo» le repetía una y otra vez su padre adoptivo. Porque en España, según se deja bien claro, lo natural es ser mediocre.
Sin embargo, coincidiendo con el reencuentro con un amor platónico de su juventud, de pronto es testigo de lo que a todas luces parece ser el anuncio de una tragedia: un vagón de metro está acelerando sin control, poniendo en riesgo la vida de todos sus ocupantes. Angustiado, por una vez decide hacer oídos sordos a los consejos de su padre y aprovechar sus superpoderes para solucionar la situación y convertirse, de pronto, en un héroe.
Porque en España, según se deja bien claro, lo natural es ser mediocre.
Pero este loable acto de valentía no cambia su vida para bien ya que, al evitar el desastre, pone sobre aviso de su existencia a la malvada Ágata, súbdita de su mismo planeta de origen, que no tiene otra finalidad en la vida que dar con él para capturarlo y llevarlo de vuelta ante las autoridades de su mundo natal.
La película de Ruiz Caldera sigue la estela de su anterior film Anacleto, Agente Secreto, llevando a la gran pantalla una adaptación del mundo del cómic que trata de respetar el fino equilibrio entre la comedia y la pantomima. De este modo, si bien la película presenta licencias expresivas propias del cartoon, todas ellas están justificadas por el perfil superheroico del protagonista. El humor, no obstante, es de trazo grueso y procura no mojarse en demasiadas complicaciones más allá del retrato de la sociedad española desde la paradójica perspectiva de un ciudadano singular que en su lucha por abandonar la mediocridad no hace sino remarcarla.