Después de varios meses por fin ha caído en mis manos la serie que ha causado sensación en Reino Unido la pasada primavera: The Fall.
Terminada Expediente X, Gillian Anderson había desaparecido prácticamente de la faz de la tierra. Sorprendió verla aparecer de pronto en Hannibal, haciendo de psicóloga del psicópata: hierática, como siempre, adusta, seria, estirada… No le iba mal el papel. Hannibal bebía los vientos por ella. En The Fall sigue más o menos la misma línea, pero de otra manera: no es psicóloga, es policía.
La serie se ambienta en Belfast y narra las investigaciones del cuerpo local para atrapar a un asesino en serie de mujeres —interpretado por Jamie Dornan, ya saben, el futuro Mr. Grey—. Después de casi un mes sin avances recurren a la Detective Superintendente Stella Gibson, llegada expresamente de la Policía Metropolitana de Londres para que se ponga al frente del asunto. Son solo cinco capítulos de una hora de duración cada uno, en el Reino Unido ha tenido una media de 3,5 millones de espectadores —que se dice pronto—, y ya se ha renovado para una segunda temporada.
The Fall es una serie de mujeres. Sí, han leído bien. De mujeres. No quiero decir con esto que esté dirigida sólo al público femenino, ni mucho menos. Me refiero a que la mujer es el centro sobre el que pivota toda la producción, todas las tramas, toda la historia. Es una serie femenina, en el buen sentido: tenemos a mujeres persiguiendo a un asesino de mujeres. Y no sólo lo digo por la protagonista: también tenemos una forense, una agente de policía de calle… Todo el planteamiento pone el ambiente policiaco, impregnado de testosterona, en manos femeninas. Y es que de eso va, precisamente: es una guerra de sexos, y van ganando ellas.
Los hombres son el peor bando en The Fall. En la serie, ellos son la causa de todos los males. Son siempre torpes, adúlteros, mezquinos, débiles de carácter, agresivos o, simplemente, homicidas. Frente a ellos, las féminas tienen la sartén por el mango, incluso las víctimas, que son mujeres triunfadoras en lo suyo: profesionales liberales e independientes. No es raro, por tanto, que Stella se haya convertido en un referente de la nueva feminidad en el Reino Unido. De hecho se ha puesto de moda el estilo de ropa que ella viste —blusas de seda con escote desabotonado— y se ha generalizado el hashtag #WWSD, en referencia a What would Stella Do —¿Qué haría Stella?—.



Quizá la parte más llamativa, o al menos la que más comentarios ha sacado en la red, haya sido la actitud de la protagonista con respecto al sexo. En efecto, Stella no duda en tomar la iniciativa y llevarse ocasionalmente a algún desconocido a la cama, casi a la manera de Sonya Cross en The Bridge pero sin Asperger de por medio. Brillante Anderson, que se nota muy a gusto consigo misma a sus cuarenta y cinco, como ya demostró cuando salió desnuda sosteniendo un congrio para una campaña ecologista. La actitud de su personaje desconcierta un tanto en el ambiente masculino de la comisaría, especialmente a sus compañeros de investigación. Cuando, por la dinámica de la propia ficción, se lo echan en cara, ella misma plantea el problema en términos bastante feministas:
Man fucks woman. Subject: man. Verb: fucks. Object: woman. That’s OK. Woman fucks man. Woman: subject. Man: object. That’s not so comfortable for you, is it?
Frente tenemos al asesino, y aquí es cuando la serie se hace difícil de ver. Difícil por su dureza —de hecho hay quien la incluye dentro de un nuevo género de ficción televisiva llamado feel-bad TV—. Al tiempo que acompañamos a Stella en su llegada a Belfast somos testigos de los preparativos del asesino y la consumación de su tercer crimen: el estrangulamiento, la colocación del cuerpo en determinada pose fetichista, el pintado de las uñas del cadáver —de nuevo, la feminidad…— No es raro. Muchos thrillers, agotados de la clásica disposición de «atrapar al malo», adoptan la perspectiva del villano. Incluso Dexter está toda ella narrada por el propio villano. Pero The Fall tiene algo que la hace especial: es cruel.
Es cruel porque no es un meticuloso y limpio justiciero como era Dexter, ni tampoco es un demente monstruo como el malo de Se7en. El asesino de The Fall es un tipo normal, treintañero, padre de dos niños, con un trabajo decente, compañeros y amigos. De hecho es un tipo bastante pusilánime. Su mujer, enfermera, es el pilar de la familia, el núcleo fuerte. Él trata de aparentar que es un buen padre, pero no le sale. Lleva a su hija al parque pero solo para «cazar» a su siguiente víctima; esconde su «diario de asesino» en el cuarto de la pequeña, planifica sus crímenes sin importarle realmente lo que la menor pueda llegar a presenciar. Aparenta tener buen fondo, pero se queda en eso, en apariencia. Es como podría ser cualquiera. No hay justificación para su maldad. Y eso, al menos a mí, me ha dejado muy mal cuerpo.
Pese a esto, merece que se haga un esfuerzo. La interpretación es magnífica, la puesta en escena también. Ya saben la dinámica de los british: cinco capitulitos bien hechos antes que veinte a medio hacer. Es un poco lenta, pero no tiene puntos muertos, y además recompensa al espectador con tramas y situaciones que no ha visto antes.
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