


El pequeño Peter ha visto su honor ultrajado. Una desafortunada sucesión de acontecimientos ha llevado a sus padres a tomar una terrible decisión: invitar al abuelo a que abandone su vida solitaria de pensionista y que se vaya a vivir con ellos a la casa familiar. Como consecuencia, Peter se ha quedado sin habitación y se ha visto obligado a trasladar todos sus bártulos a una improvisada dependencia en la buhardilla. Ni él ni su abuelo están conformes con el asunto, pero el pequeño lo lleva peor. Tanto, que ha decidido aplicar sus conocimientos de historia del instituto para plantearle a su abuelo una declaración de guerra con toda la solemnidad de las grandes potencias. Guerra, pero desde el cariño, se entiende.
El abuelo comienza ignorando esta provocación de su nieto. Piensa que es algo de críos y que pronto se le pasará el malestar. No obstante, cuando ve que el pequeño ha comenzado la batalla mediante bromas y trampas —despertar al abuelo en plena noche; sabotear la espuma de afeitar; estropear los vinilos del anciano; echar pegamento a sus recuerdos…— decide responder con la misma artillería y la ayuda inestimable de sus amigos pensionistas.
Arranca así una contienda secreta a ojos del resto de familiares en la que nunca llega realmente la sangre al río pues, de forma paradójica, el fragor de la batalla termina uniendo a abuelo y nieto con el grado de camaradería que solo tienen los enemigos íntimos.
Comedia ligera sin demasiadas pretensiones, la historia es predecible y el relato resulta un tanto anodino, aunque juega con algunos chistes y gags visuales acertados.
Comedia ligera sin demasiadas pretensiones, la historia es predecible y el relato resulta un tanto anodino, aunque juega con algunos chistes y gags visuales acertados. El enfoque desde la perspectiva infantil claramente sitúa al espectador a la altura de los más pequeños, que son los principales receptores potenciales de la gracia de la obra.
Sin embargo, la película de Tim Hill presenta también un aliciente para padres y más que padres: poder volver a ver juntos en pantalla a dos gigantes como son Robert de Niro y Christopher Walken desde el clásico de Michael Cimino El Cazador (1978). Les acompañan, además, secundarias ampliamente conocidas por el público maduro: Uma Thurman, en un rol menor en comparación con lo que viene siendo habitual en su carrera, y la televisiva Jane Seymour, que recordarán los viejos del lugar como la sempiterna doctora Quinn, protagonista de aquel serial western emitido por Televisión Española a mediados de los noventa.
Estos rasgos, como se puede adivinar, convierten a la película en una genuina comedia para toda la familia que puede arrancar, si no una carcajada, sí al menos, una media sonrisa.