Que estamos en un momento apasionante para los fanáticos de las series de televisión es una obviedad. Se han roto las resistencias a la innovación narrativa en sentido amplio —argumental, estética…—. Florecen las series de calidad. Las de clase media son muy aceptables. Incluso en las menos buenas podemos encontrar algún aspecto rescatable.
Felicitémonos, porque este clima favorable a la creación audiovisual no tiene —no necesariamente— un líder, un centro geográfico o un género dominante: no importa si la serie es de una gran cadena o de una independiente; no importa si es norteamericana o sueca; no importa si el argumento es original, la adaptación de un best-seller o la de un cómic; tampoco es trascendente si es de género fantástico, policíaca o histórica. La libertad y la innovación son los puntos de apoyo del movimiento seriéfilo.
Y en este contexto, ¿por qué destaca The Good Wife? Entre tanta originalidad, ¿qué puede aportar una serie sobre abogados que, a priori, no forma parte de esa orgía creativa actual?
Aparentemente, la propuesta de The Good Wife no suena demasiado atractiva ni demasiado novedosa: Alicia Florrick (Julianna Margulies) es la mujer de un político norteamericano, Peter Florrick (Chris Noth), al que pillan y graban corriéndose una juerga con prostitutas y al que, posteriormente, encarcelan. Después de difundirse el vídeo, la esposa humillada, que había dedicado los mejores años de su vida al cuidado de sus hijos, abandonando su carrera como abogada, ha de tomar la decisión de mandar a freír espárragos al crápula de su marido o perdonarle y seguir a su lado, sacrificándose, una vez más, por la familia —según la lógica conservadora americana, todo sea dicho—.
Si hacemos un análisis desde otros puntos de vista, The Good Wife no es un producto reseñable por sus grandes innovaciones visuales ni estéticas, ni siquiera por sus vueltas de tuerca narrativas, como en Los Soprano o en The Wire. Y no, aquí no hay zombis. No hay humo negro, no hay complejas tramas, no hay detectives contrariados, no hay siete reinos, no hay gigantes.
[Tweet «Lo que hace a #TheGoodWife una de las mejores es la vuelta al origen, al corazón de las historias»]
Lo novedoso, lo verdaderamente rompedor, lo que hace a The Good Wife una de las mejores series del momento es la vuelta al origen, al corazón de las historias. En ese origen del relato «algo le pasa a alguien», y ese «algo» transforma a los personajes. Porque The Good Wife es, especialmente, una serie de personajes, de personajes muy, muy sólidos. Y esto significa que son personajes imperfectos, complejos, poliédricos y, como no puede ser de otra forma, a veces contradictorios. Los vemos crecer temporada a temporada, explotar sus virtudes, enfrentarse o no sus miedos. Y en esta complejidad vive Alicia —que interpreta magistralmente Julianna Margulies—. El maniqueísmo aparente del comienzo —si Alicia perdona a Peter o no— se minimiza cuando avanzan los capítulos —episódicos y lineales simultáneamente—.
La solidez de los personajes es la de toda la serie: los casos semanales están bien planteados y suelen ser de actualidad; los giros dramáticos son perfectos y equilibrados, sin sorpresas de última hora ni trampas para el espectador. Es, además, una serie con inmensas sutilezas: las miradas, el humor, lo que sucede y lo que no, los ascensores —ay, los ascensores…— hasta la sofisticación es sutil, nada pomposa.
Cinco temporadas después, los personajes de The Good Wife se han encarnado, se han investido de esa ilusión de humanidad que caracteriza a las buenas historias desde tiempos inmemoriales. Y es ahí, en esa capacidad para insuflar vida a un simple personaje escrito en un guion, donde reside el talento.
Juan F. Plaza (@woodyplace)
me encanta esta manera de expresar lo que es the good wife, excelente!
amo TGW!!!!!!!!!!!!!!!!!!