Se apagan las luces. Pasa un anuncio, un trailer de algún estreno próximo, y comienza la película. Antecede, como es de esperar, la cabecera animada que Disney estrenó en 2006: un barrido realizado sobre un imponente paisaje al atardecer que se detiene ante la silueta iluminada del castillo de Cenicienta, logo de la compañía. Es habitual que la casa haga modificaciones en esta intro para adecuarla al contenido del film, y en esta ocasión no iba a ser menos. Por sorpresa, el castillo es sustituido por un una ciudad futurista de plateadas y puntiagudas torres rodeada por todo tipo de propulsores y máquinas voladoras. Es el mundo del mañana.
Con una factura visual soberbia y un guión interesante, Disney nos trae de la mano del director de Ratatuille y del guionista de Perdidos una historia sobre el optimismo, el cambio climático y la lucha por el planeta cargada además con grandes dosis de ciencia ficción, humor y, hay que advertirlo, cierto punto de violencia.
Comenzamos la aventura con un prólogo correcto dedicado al personaje de Frank. Se trata de un niño superdotado que accede a Tomorrowland, una impresionante ciudad ubicada en una dimensión paralela donde se han recluido los mejores cerebros del planeta para poder hacer avanzar la sociedad sin presiones políticas o económicas. El relato nos adelanta que Frank (George Clooney) se ha convertido en un hombre pesimista que ha perdido toda esperanza por la raza humana desde que fue expulsado de Tomorrowland por inventar «algo que no debía». Entonces toma las riendas de la narración la joven Casey Newton (Britt Robertson), auténtica protagonista de la película.
Casey es, como cabe esperar, la antítesis de Frank. Se trata de una joven soñadora que se niega a aceptar la visión pesimista del mundo que le ofrecen y está dispuesta a cambiarlo. Por ello, es «reclutada» por Athena, una misteriosa niña que la lleva junto a Frank mientras tratan de escapar de un comando de temibles robots antropomorfos. Su misión será llegar por sus medios a Tomorrowland y arreglar «eso» que inventó Frank.
Como ya pasara en otros de sus trabajos, el guionista parece meterse en un jardín del que sólo consigue salir apelando a cierta ingenuidad
Estamos ante una historia atractiva, rodada con un ritmo pensado por y para los más pequeños, que sin duda la disfrutarán. No obstante, a partir de su segundo tercio, ese ritmo flaquea y la narración parece perderse un poco en tediosos diálogos explicativos. Como ya pasara en otros de sus trabajos, el guionista parece meterse en un jardín del que sólo consigue salir apelando a cierta ingenuidad: los soñadores salvarán el mundo. Igualmente, desmorona, en mi opinión, todas las normas de la narración clásica al marginar por completo a la protagonista en los minutos finales. Me explicaré, pero cuidado, que van espoilers.
La tradición narrativa de los viajes heroicos tienen como pauta común que el héroe, después de forjarse como tal, se puede convertir en mentor de un nuevo aspirante a héroe. Tomorrowland cumple esta premisa al plantear en sus comienzos la deriva de Frank como héroe clásico y presentarle posteriormente como mentor de la joven Casey. No obstante, es también tradición que los mentores, en determinado momento, se aparten del camino o desaparezcan para dejar que los aspirantes a héroe cumplan su objetivo —esto es así, desde Obi-Wan Kenobi hasta Karate Kid—. En Tomorrowland, lo que al principio se presentaba como una refrescante historia de épica femenina con una chica y su compañera de viaje como protagonistas de pronto se convierte en la aventura inacabada de él. Es su trama, y no la de ella, la que mueve todo el conflicto; es su arco interior y no el de ella el que motiva profundamente al personaje, y es él, y no ella, quien solventa el problema en el último momento. Y eso decepciona.
A pesar de todo, la película se hace amena por su carga de acción y aventura; sus sorprendentes imágenes —rodadas en parte en la valenciana Ciudad de las Artes y las Ciencias—; y una protagonista que, aunque un tanto plana como personaje, sí consigue conectar con la audiencia.