


Mario es un enfermero que tiene un don especial para congeniar con los ancianos en el geriátrico donde trabaja. A base de buen humor, talante y comprensión, logra que sus pacientes se presten a los a menudo ingratos ejercicios pensados para aliviar los achaques de su edad. Cuando el terco Antonio ingresa en la clínica aquejado de una enfermedad degenerativa que le está privando de movilidad y hasta afectando a su habla, de inmediato es adjudicado a Mario como su enfermero. Y con buen criterio. Anciano y cuidador congenian rápidamente, logrando el enfermero romper las barreras que el complicado carácter de Antonio imprime a su forma de ser. Su relación sería la más normal del mundo si no fuera porque el paciente es uno de los narcos más importantes de la costa gallega.
Conscientes de la cercanía entre el enfermero y su padre, los hijos del capo ven en él una oportunidad para lograr convencer al anciano de que participe con su dinero y reputación en los turbios negocios que ellos están emprendiendo con las mafias de la droga china y colombiana. Pero la terquedad de Antonio, que no quiere saber nada de los tratos de sus hijos, traslada la presión sobre Mario y su familia, a lo que se une el trasfondo del propio protagonista y el conflicto interior que supone para él ayudar a quien se ha lucrado de la adicción y el sufrimiento de tantos jóvenes y que, según se muestra, nunca ha tenido problema en quitar del medio a sus contrincantes. Nunca lo ha tenido ni lo sigue teniendo pues, aunque impedido físicamente, la cabeza de Antonio funciona con la misma lucidez que ha tenido durante toda su criminal existencia.
Paco Plaza se aleja del género del terror para adentrarse en un thriller de factura cruda y mirada intensa. La complejidad de los personajes, cargados de matices, sustentan una trama trágica donde nadie es del todo inocente y en la que los mismos villanos tienen fuertes y justificadas motivaciones. La ambigüedad rige un drama cargado de tensión que plantea la diatriba entre la justicia del ojo por ojo y lo humano de la compasión por el débil, al tiempo que retrata sin conmiseración ni glamour el mundo criminal en torno al narcotráfico.
Una película, en definitiva, construida sobre cimientos de realismo criminal que elabora, en su crudeza, un retrato humano y social de la maldad y la vileza. Sin duda, una contundente y bien realizada bofetada al espectador.
El guion, además de en la problemática de las relaciones entre los personajes, juega a plantear instantes de tensión a partir de diversas trampas y artimañas que resultan un tanto artificiales y sobrevenidas en el relato, pero que juegan a favor de la peripecia, acrecentando el ritmo de la acción conforme se acerca el irrevocable final.
Una película, en definitiva, construida sobre cimientos de realismo criminal que elabora, en su crudeza, un retrato humano y social de la maldad y la vileza. Sin duda, una contundente y bien realizada bofetada al espectador.