


La guerra civil hace su entrada en la ciudad de Salamanca con una proclama leída por militares en plena Plaza Mayor a la que sigue una escaramuza con diversos disparos. El alcalde es detenido —será posteriormente fusilado—, y la ciudad queda a expensas del mando militar, lo que no disuade al rector de la Universidad, Miguel de Unamuno, a ir a tomar su acostumbrado café en el Novelty con varios amigos. Le tranquiliza, según parece, seguir viendo la enseña republicana en el balcón del ayuntamiento, y le satisface, según se menciona, que los militares hayan tomado partido para restituir la legalidad republicana. Sus amigos de tertulia le previenen de que lo que se aproxima no es restitución, sino algo distinto, pero el viejo rector no los quiere creer. De hecho, no los creerá hasta que no les toque a ellos mismos la purga, y el sabio termine entrando en razón y hasta enfrentándose, en pleno Paraninfo de la Universidad, a aquellos a quienes antes había apoyado.
La película de Alejandro Amenábar toma un conocido episodio de los orígenes de la contienda a modo de excusa narrativa para desarrollar una historia que tiene en Unamuno y en Franco sus dos focos fundamentales. El primero, por la difícil tarea de reconocer la equivocación y denunciar el nuevo orden; el segundo, por la tampoco sencilla aventura de hacerse con el poder entre el conjunto de militares responsables de la sublevación.
El relato pretende, de igual modo, servir de espejo de la realidad actual y mostrar, de manera deliberada, la división entre las «las dos Españas». Y es quizá en esa pretensión donde el cineasta termina por simplificar una problemática harto compleja, reduciendo la contienda a una pugna de banderas y quedándose al final en lo anecdótico de los discursos y lo superficial del lugar común.
El filme tiene en la interpretación de sus protagonistas su principal piedra angular. Físicamente lejos, eso sí, de aquellos referentes que pretende retratar, y abandonado a numerosos anacronismos o «licencias históricas» que van desde el bigote de Franco hasta las consignas cantadas por los soldados, Karra Elejalde y Eduard Fernández consiguen desarrollar unas interpretaciones cargadas de verdad y de fuerza que encuentran en el abrigo de los secundarios espacio para llevar la película a un nivel superior e indagar en los conflictos internos de sus personajes principales más que en el desarrollo historiográfico de los albores de la contienda.
Película, por tanto, muy interesante en cuanto a su realización y planteamiento que, no obstante, queda lejos de la profundidad y complejidad que pueda esperar quien entre en la sala queriendo ver un documental.