


Fernando León de Aranoa es de esos directores cuya forma de relatar historias crea odio o admiración. No es de extrañar: desde su conocida Barrio, su cine siempre ha orbitado entre el drama y el humor con el mensaje social como fondo de armario. Por eso, ver cómo el director español se rodeaba de un cast extranjero para su largometraje Un día perfecto iba a generar sus expectativas; más, aún si cabe, si la película viajaba luego al festival de Cannes.
Bajo una comedia con bastantes dosis de mala leche —necesaria en cualquier película de este género—, Aranoa dibuja junto a Paula y Diego Farias una historia que engloba a un grupo de cooperantes internacionales al final de la guerra de los Balcanes. La cinta ya arranca generando interés al estilo de las comedias de los Coen, con una dosis de humor negro excelente. Ver a Benicio del Toro ordenando que un coche saque a un muerto obeso en el fondo de un pozo —en vano— es, sin duda, una imagen que genera muchas risas. Quizás esa es la primera virtud de Un día perfecto: rebosa ritmo a raudales y siempre hay acciones, siempre pasan cosas, siempre hay movimiento.
Pero Aranoa no trata de desdibujar esa polaridad de géneros. Si bien hay momentos cómicos muy poderosos como el de las vacas, también hay el polo opuesto en todo lo que atañe a los horrores de la guerra. Aranoa no se recrea, pero tampoco oculta el lado más oscuro de un mundo temporal en el cual cada uno hace lo que puede para sobrevivir. Esa dualidad moral interactúa de lleno con todo el mundo dibujado en esta película, fluyendo con naturalidad mientras transcurre la acción.
Otra virtud excelente es que Aranoa jamás recae en sentimentalismos baratos ni desperdicia a sus personajes clave. Todos los personajes de la película, además de peculiares, aportan sus mejores y sus peores momentos. Los actores también nutren de riqueza al relato, destacando el dúo protagonista: tanto Benicio del Toro como Tim Robbins —sobre todo el segundo, en un personaje agradecido para la comedia— llevan todo el peso de una historia que a veces hace reír y otras hiela la sangre.
Pero, con todo eso, la película cuenta con sus fallas. La primera de ellas es el final, el cual, resultando muy bonito, no acaba siendo tan efectivo como parece a la vista y más antes del final de la historia. Quizás entra ahí la parte de opinión personal, puesto que esa manifestación de «justicia divina» choca de lleno con una cinta que rebosa de mala uva, de agriedad. A algunos les gustará esa forma de resolver la trama, pero otros se quedarán extrañados.
Una gran dosis de entretenimiento gracias a una ácida representación de los horrores de la guerra
Otro defecto que tiene la película es, irónicamente, en el uso de los personajes. Si bien hay cuatro o cinco personajes fundamentales, da la sensación de que hay otros que funcionan como bisagras para que Un día perfecto fluya sin problemas. Nikola me parece un personaje importante para el desarrollo, pero personajes como el de Katja o incluso el de Sergi López son prescindibles para el desarrollo de la trama. Los personajes más secundarios o «invisibles», irónicamente, tienen mucha más presencia que algunos de estos dos antes mencionados.
También hay fallos de ejecución en la banda sonora. La selección tiene algún fallo que otro, aunque por suerte también hay algún puntazo. El mayor acierto, sin duda, es el Sweet Dreams de Marilyn Manson o la inclusión de un tema de ¿ska? —¿puede ser—, pero otros casos funcionan solo como recurso y acaban volviéndose olvidables, lo cual repercute a reducir el nivel de una película a priori poderosa.
En conclusión, Un Día Perfecto consigue crear una gran dosis de entretenimiento gracias a una ácida representación de los horrores de la guerra y de las miserias que padecen día a día los miembros que se dedican a la ayuda humanitaria. Pese a ello, la película tiene más costuras de las que parece, aunque por suerte no impiden que el visionado final se disfrute.