


Cuando se quedan sin su pensión, tres jubilados neoyorquinos traman la manera de, por un lado, vengarse de aquellos que con poca deontología asfixian sus cuentas, y de alcanzar, por el otro, el nivel económico que sus más de treinta años cotizados como trabajadores en la misma factoría les merecen. Para ello, no tienen mejor idea que atracar el banco donde todos ellos tuvieron sus nóminas, eso sí, sin llevarse más que la cuantía correspondiente a las pensiones que les quitaron. El problema, como resulta obvio, es que todos superan los setenta años y sus achaques son más que evidentes.
Aparte de los elementos propios del filme, si algo sorprende de Un golpe con estilo es que, a pesar de los casi cuarenta años de diferencia, esta película y su antecesora hayan surgido en procesos cuanto menos parecidos en lo político y social. En efecto, la versión original de la que esta es remake se estrenó —sin que llegara a las salas españolas— en 1979, con George Burns, Art Carney y el conocido Lee Strasberg en los papeles protagonistas. Es decir, el filme se proyectó justo en pleno periodo entre crisis petrolíferas varias y justo antes del triunfo de la corriente republicana en las elecciones estadounidenses que encumbraron a un viejo conocido de las pantallas.
Salvando las distancias, lo cierto es que el regusto crítico que deja el filme podría muy bien servir como compendio explicativo del triunfo electoral de Donald Trump entre la clase trabajadora: la desconfianza hacia los bancos y los políticos; la pérdida de las pensiones por culpa de la deslocalización de la antigua empresa hacia un país extranjero; la carta roja anunciando el inminente desahucio…
No obstante, el punto de actualidad no asegura un buen resultado. Tras un comienzo perfectamente hilvanado y una presentación de personajes suficiente para el conflicto, el filme se ahoga en un lento desarrollo para luego retomar el ritmo en la etapa final, concretamente después del robo, cuando los ancianos deberán procurarse una coartada convincente.
Sin embargo, este remake, que maneja con gracia diversas ocurrencias a menudo apoyadas en el incuestionable talento interpretativo de su plantel, rescata chistes pasados de moda —como el de los ancianos fumando marihuana…—, y eleva a la parodia a todos los villanos de la contienda, desde los banqueros hasta el propio policía encargado del caso, un esquivo y desafectado Matt Dylon.
Pese a todo, no deja de resultar positivo encontrar en la gran pantalla a actores del talento interpretativo de los que juegan en esta partida, y verlos planificar y ejecutar un robo de semejante envergadura a sus edades, independientemente de lo bien llevado del guion, se antoja de interés.